El primer choque con
el buque insignia futbolero de una ciudad que no parece muy futbolera lo tuve
dos minutos después de haber puesto un pie en Berlín. En el primer piso de la
Hauptbahnhof de Berlín encontré (a pesar de estar desorientado como pocas veces
en mi vida) el local del Hertha BSC. En
una muestra de autocontrol, no ingresé, lo cual resultó ser beneficioso
económicamente, ya que el paquete de la oficina de turismo, incluía
considerables descuentos para ir a ver al Hertha. Hecho el trámite de la adquisición
de la entrada para el Hertha Berlin-1. FC Köln y la compra de alguna pilcha de
entrenamiento, había que resolver el no sencillo tema de llegar al hostel desde
la Hbf.. Pero lo importante ya estaba hecho: La cita del martes 22 de septiembre de 2015 en el mítico Olympiastadion de Berlín.
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El Ludwig Jahn |
No fue un
particularmente placentero de arranque de martes. Un excelente Döner Kebab en
las horas de la madrugada no alcanzó a contrarrestar la mezcla de tequila,
Jägermeister y considerables cantidades de cerveza integrantes de una previa/estancia
en un establecimiento nocturno que confundía libertad con libertinaje e
invitaba a explorar aspectos muy bajos de la decadencia inherente al ser humano
mientras que el clima fresco, pero a la vez pesado tampoco era una invitación
amable para salir a descubrir Berlín. El fresco fue cediendo a la pesadez, no
obstante, no me impidió disfrutar de la mundialmente famosa East Side Gallery,
ni pasear por el barrio turco de Kreuzberg, ni de ser objeto de la abundante
oferta de droga en el que después descubrí que es el Görlitzer Park. La manija
futbolera me llevó al Ludwig Jahn Sport Park, estadio donde hacía de local el
tristemente célebre Dynamo Berlin y donde hace de local su reencarnación caída
en desgracia, el BFC Dynamo. Encontre un encuentro de atletismo juvenil, lo
cual me dio un respiro y me permitió ver el estadio con un poco mas de vida,
aunque sentí decepción al no ver referencia al equipo de fútbol en todo el
estadio. Para ese momento, la noche anterior ya me había pasado factura y
previo a partir al estadio decidí que lo mas sano tal vez sería ir a dormir una
siesta para llegar en buenas condiciones al partido (Como si el tipo hubiera
tenido que ir a jugar)
Cuando salí alrededor
de las 17.30 (3 horas antes del partido), se dio lo inevitable: Lloviznaba y
estaba mas fresco. Recorrí en el U-Bahn U5 el trayecto de Rosa-Luxemburg-Platz
a Alexanderplatz y una vez allí recorrí los aproximadamente 1.700 metros que
separan la plataforma del U5 hasta las del S-Bahn donde agarré el S5 en
dirección a Spandau que me dejó (a mi y a tantos otros hinchas del Hertha y del
Köln) en la apropiadamente llamada estación de Olympiastadion. De ahí recorrí
unos 150, 200 metros que me depositaron en la Olympischer Platz, no sin obviar
la adquisición y rápido consumo de un Bratwurst y medio litro de Warsteiner.
Una vez allí no pude evitar la emoción de ver ante mi esas cosas que parece que
nunca llegan, el fin de la manija, todo causado por esa estructura cavernosa de
concreto, un anacronismo de hormigón, un recordatorio de un tiempo pasado, una
paradoja de un templo inconfundiblemente Nazi aún venerado y santificado al día
de hoy y capaz de tocar fibras emotivas positivas, aún en un una sociedad donde
mejor no hablar de esa era, que yace cuan pesada carga en el inconsciente
colectivo teutón.

Pasé mi entrada por el
lector laser para ingresar al estadio y compre otro medio litro de Warsteiner y
un Brezel (fue un momento decepcionante descubrir que no es con P y darme
cuenta que viví toda la vida equivocado) para acompañar mi recorrido por los
alrededores del estadio antes de tomar mi asiento. La historia en algunos
lugares de Berlín se encuentra oculta o bien después de hurgar exhaustivamente
en los pequeños detalles, pero en otros se transforma en una piña de realidad
en la cara del visitante y el Olympiastadion es prueba de ello: había una
pequeña exposición de atletas judíos víctimas del nazismo, el natatorio de los
juegos olímpicos de Berlin de 1936 conservado de la forma mas original posible
y al fondo donde la estructura oval del estadio se interrumpe en la llamada
Puerta Maratón se encuentra el Maifeld, un inmenso campo abierto de superficie
de césped. En el medio de eso, carritos vendiendo cerveza, brezel, bratwurst (o
su versión local, currywurst una especie
de salchicha a la pomarola con curry), merchandising del Hertha, pescado;
reflejando la idea de lo que intenta ser la Bundesliga, un lugar donde se
intenta sacar cada centavo posible que cada espectador lleve a la cancha, pero
sin dejar de respetar al hincha ni las tradiciones


No sin antes tomar la
mayor cantidad de fotos posible, la manija me llevó a instalarme al asiento
unos 35,40 minutos antes del horario estipulado de arranque del partido, viendo
los movimientos precompetitivos de cada equipo y la particularidad típicamente
alemana de que la voz del estadio no es una voz anónima de una cabina sino una
especie de conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador, mientras se instaló
a mi lado un veterano abonado que debía seguir al equipo al menos desde cuando
el despropósito del Muro de Berlín cumplía con su propósito. Llegada la hora
del partido, en la pantalla del estadio apareció la apertura de TV de todos las
transmisiones televisivas de la Bundesliga, que dio a pie a otra costumbre
típicamente alemanísima (mi favorita, puntualmente): al momento de dar la
formación el conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador/voz del estadio
deja la garganta y los pulmones gritando el número de camiseta y nombre de pila
de cada jugador, mientras que el público presente deja su garganta y los
pulmones gritando el apellido del jugador. Lo que es tremendamente divertido es
que después del lapsus barrabravesco, el hombre en cuestión pasa dar la
formación de la visita con un tono de solemnidad que desmiente cualquier teoría
que afirme que se trate de la misma persona.


El pitazo inicial
propuso un arranque movido, con el Hertha Berlín tomando la iniciativa con un
modernoso 4-2-3-1 mientras que Colonia esperaba con dos líneas de 4 bien
compactas y arriba apostaba a Anthony Modeste, delantero francés con un estilo
de juego (salvando las distancias, obviamente) similar al de Drogba: excelente
juego aéreo, y buenos movimientos de espaldas al arco para aguantar la pelota y
asociar al juego a su compañero de ataque Osako, a los externos Risse y
Bittencourt y esporádicamente a Jonas
Hector, el lateral izquierdo, sector del cual provino la mayor generación de
juego del conjunto visitante. Del juego aéreo los visitantes encontraron las
mejores chances, pero lentamente Colonia fue perdiendo impulso y Hertha pasó a
dominar el juego, encontrando salida en sus laterales y el desequilibrio que aportaba
Salomón Kalou, jugador de gran talento, pero también reticente a demostrarlo
regularmente; pero particularmente en el checo Vladimir Darida que hizo del
mediocampo su dominio, mostrando una gran noción de la ocupación de los
espacios en ese sector y ofreciéndose como opción libre en cada jugada. Hasta
que a los berlineses les rindió frutos la salida predeterminada: el arquero
Jarstein, cedía a uno de los dos centrales (en este caso, el capitán e ídolo
local Fabian Lustenberger) que jugaría un pase recto saltando líneas al medio
espacio hacia uno de los wines o Kalou (en este caso el suizo Stocker) para
abrirla al lateral que llega. En este caso, Plattenhardt, de gran aporte en la fase ofensiva, no fue hasta el fondo
como en una jugada anterior sino que tiró un centro bajo al primer palo donde
el bosnio Vedad Ibisevic cerró la jugada con un anticipo de manual. Los de
Peter Stoger no encontraron respuesta en el corto plazo e inmediatamente
después del gol se vieron anímicamente conmovidos y Hertha cerró el primer
tiempo con una cómoda ventaja a favor al menos en el desarrollo a pesar de un
tiro en el palo del peligroso pero ocasionalmente frustrante Bittencourt. El
cierre del primer tiempo fue una buena excusa para recargar el vaso de
Warsteiner, trámite que a pesar de la gran demanda resultó ser bastante
expeditivo. En el comienzo del segundo tiempo, el tren de la publicidad de la
Deutsche Bahn que anunciaba los goles en otras canchas (este partido se jugó en
la englische woche) pasó cinco veces en 10 minutos, para anunciar 5 goles de
Lewandowski en Munich, lo cual fue lo mas relevante que pasó en Berlin, lo cual
me llevo a maldecir un poco al destino y no estar en Munich. Conforme avanzaba
el partido, los de la ciudad catedral arriesgaron con las sustituciones, pero
siguieron avanzando infructuosamente, mientras que los locales se hacían cada
vez mas peligrosos en los contraataques, hasta que al final del partido el
emergente del banco de suplentes Baumjohann tocó para que Ibisevic corra unos
40 metros sin oposición de cara a Timo Horn, lo esquivara y definiera ante el
arco vacío.
Después quedó poco
para contar: un regreso multitudinario, un lemeyun medio pelo en una casa de
kebab en Hackescher Markt y una birra en el bar del hostel. Probablemente el
cierre sea escueto, pero solo porque sabía que no iba a ser necesario, porque a
los dos equipos me los iba a volver a cruzar.
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