Casi doscientos
cincuenta minutos después de haber llegado a Frankfurt después de la reveladora
visita a Colonia, estaba de nuevo iniciando el recorrido para ir a Stuttgart,
El camino a Stuttgart
se inició con uno de los golpes de suerte mas grandes que pueda recordar.
Idealmente, el plan incluía que ese sábado 26, recorriera en transporte
interurbano los escasos 30 minutos que separan Frankfurt de Mainz para asistir
a la visita del Bayern Munich. Ante la concreta posibilidad de no conseguir
entradas y la creciente necesidad de pergeñar un plan B, tuve la lucidez de
conectar en mi cabeza (algo que ocurre con cierta frecuencia, pero no siempre
oportunamente) que sabía alguien del laburo era vecino (En Buenos Aires,
naturalmente) del lateral izquierdo del VfB Stuttgart, Emiliano Insúa. Mas
casualidad aún, ese sábado 26 de septiembre el conjunto suabo, le tocaba fecha
de local ante el Borussia Mönchengladbach. Si había un momento de la vida en el
cual tenía que dejar el prejuicio personal de lado era este: tenía que hacer el
mangazo. 5 minutos después de preguntarle a Sebastián, él me dijo “Dice que no
hay problema, que le avises mas cerca del partido, me dijo que te pase el
teléfono”. Golazo: un buen partido a costo cero, cerca del campamento
establecido en Frankfurt.
Cerveza de por medio
(casi una constante en todo el viaje) en el bar del hostel berlinés, había
hablado con Emiliano en la semana, para felicitarlo por la victoria en la
englische woche contra el Hannover (y obviamente recordarle que no me deje a
gamba), me dijo que le consulte mas cerca del partido pero siendo las 9:30 de
la mañana del día del partido yo no sabía si tenía la entrada a disposición.
Apurando el café del desayuno del hostel de Frankfurt, llegó la confirmación de
que la entrada estaba y la dirección del hotel donde concentraban. Me limité a
agradecerle y consultar si tenía chance de encontrarlo después del partido para
agradecerle personalmente y salí rajando a la estación, porque se me iba el
tren y me tenía que clavar una hora mas (De todos modos tenía el abono y con o
sin confirmación me iba a mandar para allá)
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Biergarten! |
Tan rápido salí que
había olvidado un pequeño detalle: No había chequeado la dirección del hotel.
Afortunadamente, en la oficina de turismo de la Hauptbahnhof de Stuttgart me
dijeron que era a cinco cuadras de ahí. Llego al hotel, obviamente un
establecimiento de la concha de su madre, cuya única particularidad era que los
botones (gente que lleva el equipaje de los huéspedes, no policías) iban de
lederhosen en vez de vestidos ridículos y efectivamente en el mostrador estaban
las entradas. Con la entrada en mi poder, aproveche el fantástico día con el
Inti Suabo (?) brillando en un cielo celeste impecable y pude sacarme la espina
con esa institución tan germana como el Bundestag, la Wehrmacht o eliminar a
Argentina de un mundial de fútbol: El Biergarten, que además tenía el agregado
del Oktoberfest y gente con sus Lederhosen, pero sin la música esa de mierda
que solo se banca después de haberte tomado 61 litros de birra. Después de un
litro de Weissbier (innecesario considerando la abundante ingesta de Kölsch de
la noche anterior) y un Brezel, di una escueta vuelta por el centro y me fui al
NeckarStadion (ahora conocido como el Mercedes Benz Arena a fines de mercadeo)
a pesar de que faltaban dos horas y media para el partido, porque, a decir
verdad, tenía una vaga idea de cuan lejos estaba el estadio y ni el menor
indicio de cómo llegar. Por suerte en una de las plataformas del S-Bahn local
había uno con destino a un lugar llamado NeckarPark (Stadion), lo cual me
solucionó el temita de ver como llegar. En un momento vacilé sobre si ese era
el tren correcto, porque había alguna camiseta del VfB (Me llamó la atención
particularmente un hincha que sostenía una lata de energizante y una petaca de
Jägermeister y las consumía simultáneamente haciendo la JägerBomb mas
distintiva que vi en mi vida) pero básicamente había muchas mas adolescentes
con cuerpos de mujeres hechas y derechas cubiertos por vestidos típicos pero de
corte sugerente (Que me llamaron mucho mas la atención que el Jägerbombista
artesanal, pero que en retrospectiva me dejaron contrariado) de las
festividades de Octubre en Alemania (Contrariamente a la estructura germana y a
la literalidad se festejan mayormente en Septiembre). Conforme se acercaba el
tranvía se iba acercando al estadio se sumaron mas hinchas, mas gente
disfrazada de OktoberFest pero a su vez mas niñas portando remeras de Violetta
con sus madres, lo que en lugar de alegrarme por el éxito de un compatriota me
dejó bastante desorientado porque 10 de cada 10 niñas portaban una remera con
su cara ¿Su popularidad global sería mas amplia de lo que yo pensaba? ¿Sería la
artista de preferencia entre hipsters alemanes de 4 a 6 años? ¿Serán una secta
infanto-satánica? Muchas preguntas, que tratándose de una artista vinculada a
Disney, cualquier respuesta podría ser posible. Finalmente, se fueron revelando
las dudas en el camino del tranvía. Inmediatamente a la derecha de la estación
NeckarPark (Stadion) había un parque de diversiones donde confluía la gente que
iba a celebrar las festividades de Octubre en Septiembre, en una carpa gigante,
donde fluía a buen ritmo la cerveza y sonaban esas polkas de mierda. Seguí
caminando con los fans del Stuttgart y las fans de Violetta con sus respectivas
madres, cruzando un puente que pasaba por sobre (obviamente) la MercedesStrasse
y que te depositaba en el Porsche Arena donde, oh casualidad, iba a haber una
performance artística del producto manufacturado de Disney. Mas adelante, estaba
el templo del fútbol al que tenía acceso. Di una vuelta mas en rededor (?) del
estadio donde había un par de bares para comer sentado, pero también un par de
puestos de expendio de cerveza y bratwurst. Tenía planeado entrar al local
oficial sito en un inmueble adjunto, pero se encontraba en remodelación, lo
cual no hizo mas que acelerar mi ingreso al Mercedes Benz Arena a falta de mas
de noventa minutos del inicio del partido.
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Mercedes Benz Business Center a.k.a Puerta7 |
Desde un punto de
vista íntimo sentí que el ingreso fue bochornoso. Busco la puerta 7, asignada
para mi ingreso. Veo los ingresos para las puertas 1 a la 6, un edificio negro
vidriado llamado Mercedes Benz Business Center y detrás las puertas 8 a 13. Me
resisto a creer que eso es un ingreso al estadio, mucho menos el que me corresponde
a mi aún con un ingreso protocolar. Pregunto a los voluntarios apostados a tal
fin. Me dicen que corresponde. Puteo y pregunto internamente porque no a) ponen
el nombre del edificio en la entrada o b) no le pintan un 7 en el edificio.
Ingreso al edificio: recepción grande, interior de madera, escalera a un
segundo piso, empleados ataviados de manera elegante, gigantografías tipo
murales de viejas glorias del VfB. Paso la entrada por un lector. Me cortan la
entrada con la mano como si fuera un partido en la cancha de Estudiantes de
Buenos Aires y me ponen una cinta violeta en mi muñeca derecha. Me quedo parado
con la entrada en la mano mirándola, sin poder entender el porque de tanta
brutalidad. Puteo porque me voy a quedar con un recuerdo dañado. Me doy cuenta
que la brutalidad se extiende a mi muñeca: La cinta aprieta. Puteo de nuevo.
Paso y subo dos pisos por la escalera. Llego a un salón que es una especie de
salón de fiesta, mesas redondas impecablemente dispuestas, sillas acordes,
mozos yendo y viniendo, gente comiendo y bebiendo, un escenario con dos sillas
y un par de teles con un partido de Bundesliga.2. Intuyo que no es el lugar al
que debería acceder. Me doy vuelta y vuelvo al primer piso. El primer piso es
mas un tipo entrepiso y no hay una mierda. Vuelvo al segundo piso. Me quedo
haciendo que miro las gigantografías: Klinsmann, uno que si la memoria visual
que tengo del album de figuritas del mundial 94’ supongo que es Balakov (mucho
mas luego confirmé que era la otra mitad del núcleo creativo de ese ilustre
equipo búlgaro), el último equipo que salió campeón en el dosmilalgo y muchas
otras fotos en sepia reflejando epopeyas deportivas de antaño que desconocía.
Me asomo de vuelta al salón. Veo una puerta con algo verde al fondo. Paso al salón,
me acerco a esa puerta y compruebo que aquello verde era el campo de juego.
Nadie me interpela por mi presencia ahí y busco la puerta que me correspondía.
Cuelgo mi campera en un perchero al lado de la puerta que me correspondía.
Empiezo a pensar que efectivamente ese era mi lugar. Doy una vuelta mas por el
salón, detecto 5 barras donde dispendían
bebidas y 3 buffets donde había cantidades ingentes de comida. Tengo sed.
Pienso que si consumo algo me van a romper el culo. Pido un vaso de agua, total
eso no se le niega a nadie. Me dan el vaso de agua. Temo que me cobren.
Agradezco. El joven que me dio el vaso de agua me dice nada. Espero una
fracción de segundo que me parece una eternidad, a la espera de una reacción
posterior. El joven no me pide contraprestación y se dispone a seguir sirviendo
vino en unas copas. Me voy a tomar la copa de agua. Mi mente procesa que es
todo gratis. Mágicamente los signos de resaca desaparecen y vuelvo a sentir
apetito. Apuro la copa de agua y me agarro una de birra. Tampoco me cobran. Una
nueva sensación de coraje se apodera de mi persona, siento que no tengo límite
alguno, soy invencible, el puto amo de Baden Württenberg. Dejo la copa vacía en
la barra y me voy al buffet. Me lleno un plato con cantidades moderadas de jamón
asado, ensalada y otras verduras salteadas. Arranca una especie de show en el
escenario donde un tipo le hace una entrevista a otro y pasan goles viejos de
otros Stuttgart-Gladbach. Consumo el plato de comida con una copa de birra.
Termino la copa, un mozo me la retira y antes que me de cuenta efectuó la
reposición. Se repite la secuencia anterior de la copa. Percibo pasmado que
también hay camisetas del Gladbach. Estoy picado y pienso que si me vienen a
cobrar no pago una mierda y les digo que lo carguen a la cuenta del “2”.
Después pienso que si está todo pago sería una pena no aprovecharlo. Me
reafirmo en lo anterior pensando que si me vienen a cobrar no pago una mierda y
les digo que lo carguen a la cuenta del “2” Me sirvo otro plato con comida. Iba
a probar el salmón, pero me mantengo con el jamón, esta vez con unas bolas de
papa y una especie de soufflé de queso, acompañado de la cerveza de rigor.
Estoy picado al punto de estar a la espera que ingresen los novios. Ah, si.
Había un partido. Un papelón lo mío.
Tomé mi lugar en la
platea a fin de meterme en clima de partido. Pasaron los movimientos
precompetitivos, el show del conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador en
un sillón que estaba en un corner, un cocodrilo (muñeco, Colonia es la única
ciudad alemana donde meterían un animal vivo en una cancha) que andaba por ahí
y el clásico ritual del anuncio de las
formaciones.
Habiendo seguido
bastante de la campaña del Stuttgart puede afirmarse que el partido de los por
ese entonces dirigidos por Zorniger fue típico. Una especie de pressing tibio
en toda la cancha con todos los beneficios y contras que eso implica con
demostraciones crónicas de ineptitud en toda la cancha. A pesar de un arranque
superior en desarrollo, Stuttgart se encontró dos goles abajo cortesía de un
balón parado de Xhaka y un desafortunado gol en contra de Gentner. Los locales,
alentados por su gente al ritmo de los Fabulosos Cadillacs, siguieron en su
búsqueda ofensiva con escaso recelo por el aspecto defensivo y mas escasa puntería
aún hasta que Ginczek de penal llegó al descuento.
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Zona de Hospitality |
En el entretiempo me
dispuse a ir al baño con la consigna de evitar consumir cerveza, pero en el
salón estaban sirviendo currywurst, lo cual fue causal de consumo de dos o tres
cervezas mas (ya había perdído la cuenta). Esto viene a cuenta de lo que sirve
como resumen del partido en general: Como quien escribe, el Stuttgart se fue
desdibujando conforme avanzaba la jornada. El VfB aún tenía volumen de juego
como para jugar en campo rival, pero los escasos momentos donde el juego
trascurría cerca de la zona defensiva del Stuttgart hacían temer que tal vez el
gol de la visita llegara primero. Casi hasta el final no llegó el acto que
precipitó el desenlace del partido: Nuestro héroe Insúa mostró su humanidad
dejando corta una bocha, hecho que fue debidamente aprovechado por Raffael, que
como una bala perdida se fue solo y puso el 3-1 definitivo.
Después de gestiones
infructuosas por la obtención de Wi-Fi, que consistieron mayormente en un
coqueteo con una morocha extrañamente simpática (En esa zona aparentemente la
amabilidad es obligatoria, pero la simpatía no se usa tanto) que trabajaba allí (el coqueteo también fue
infructuoso), ya no había posibilidad de poder agradecerle personalmente a
Emiliano después del partido, por lo que quien escribe trató de sacar el mejor
provecho financiero a la situación: me ahorré la cena a merced de la amplia
selección de quesos que ofrecía el servicio de catering e ingresé a mi
organismo otro litrito de Krombacher.
Subido al S-Bahn que
me llevaba de vuelta al HBF de Stuttgart prontamente me di cuenta que no era el
único que se había quedado escabiando después del partido: Además de los que
fueron a tal fin al OktoberFest en el predio adyacente, había un hincha del
Stuttgart en estado visiblemente etilicoso y un puñado de hinchas visitantes,
vociferando su apoyo a los Potrillos, golpeando las instalaciones del tranvía y
gritando algo de la Champions League, dejando al resto del pasaje mirando de
reojo en un típico gesto teutón de indignación pasiva.
Después de una (no tan
infrecuente) demora del tren de la Deutsche Bahn que me devolvía a Frankfurt,
volví a recuperar el Wi-Fi y le agradecí efusivamente la entrada a Emiliano por
What´s App (No se si daba para decirle que me ahorre el almuerzo y la cena y
volví con un nivel de alcohol en sangre no recomendable) y me dispuse a hacer
dos cosas que llevaba bastante tiempo sin hacer: Tomar un vaso de agua e irme a
dormir un buen tirón.
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