domingo, 22 de mayo de 2016

Europa desde una butaca: Castillos vacíos

El calendario futbolístico me había resultado definitivamente elusivo. La idea era conocer/ver que onda con todo aquello que rodea a ese torneo ampliamente elogiado que es la Bundesliga, pero a su vez también estaba la posibilidad de poder experimentar la posibilidad presenciar un partido de competencias europeas e incluso un partido de la SynotLiga, la (justificadamente) poco afamada liga checa. Por cuestiones azarosas (en el caso de las competencias europeas) u organizativas (por el caso de la liga checa), solo me tuve que conformar con presenciar la Bundesliga.

Por todos sus encantos medievales y su amplia y (excesivamente) accesible oferta cervecera, Praga no es el paraíso futbolero. Tiene algo que ofrecer a aquellos que busquen algún tipo de referencia dentro de sus muros: Hay cuatro equipos de primera división, dos de los cuales (Sparta y Slavia) han sido tradicionalmente los buques insignia del fútbol de la República Checa y dos clubes menores pero tradicionales, que añoran el brillo dorado de épocas pasadas (Dukla y Bohemians); no obstante en el día a día de la ciudad, sus existencias pasan de alguna manera desapercibidas y para notarlas hay que ir a su encuentro.  

Después de un jueves de unos 30 grados, 120% de humedad, sol pleno e insolación en el monte Petrín, el Monasterio de Strahov y el Castillo de Praga, regresé al hostel y después de una siesta breve para recargar mis vapuleadas reservas de energía, me levanté con culpa de estar en Praga durmiendo la siesta. La culpa se disipó rápidamente y dio paso a cierta paz mental en el momento que las piernas recordaron el esfuerzo realizado y la falta de forma a causa del comienzo reciente de las vacaciones, pero aún así salí decidido a hacer el esfuerzo y salir a aprovechar mi estancia. Aprovechando que el alojamiento elegido se encontraba en el barrio de Vrsovice (se pronuncia como algo parecido a “Vershovitza”), fui a la parada de tranvía de Krymská y tomé el nro. 31, que viene por Francouzská hacia Ruská, agarra Moskevská y cuando llega a la estación Koh-I-Noor en la intersección de Moskevská y Vrsovická dobla a la derecha y en la estación siguiente, apropiadamente llamada Bohemians donde tras la placa que dice Vrsovická 1489/31 se encuentra el Dolícek, estadio del equipo homónimo de la estación del tranvía.

Atravesé el icónico portón blanco adornado con un canguro verde e ingresé al local comercial que se encuentra bajo la platea principal del pequeño recinto. Había una cantidad de mercadería no menor, pero no exagerada, y una gran cantidad de cajas vacías. Vi toda la mercadería en exposición (no iba a comprar porque salí impulsivamente de la cama del hostel y me había olvidado la billetera) y consulte a la persona que allí estaba los horarios de apertura. Me explicó en un inglés cortado y sin mucha onda que los horarios de apertura eran variables y que dependían del día de la semana, del clima, del nivel de contaminación en la ciudad, de la cotización de la Corona Checa, si llegaba un número par o impar de turistas chinos al aeropuerto de Praga, el conteo de Pandas alrededor del mundo y si se le cantaba los huevos abrir el local. Después pregunté si estaba el estadio abierto para pasar y me dijo que no.  Obviamente el estadio estaba abierto, había unos niños (presumiblemente de las infantiles del club) que terminaban una práctica en el excelente césped del estadio, por lo que pasé a la platea principal por una de las entradas de las esquinas para poder apreciar la particular estructura del estadio. Una cabecera respetable enfrentaba a la cabecera sin tribuna que da a Vrsovická mientras que frente a la platea principal hay otra platea con no mas de tres o cuatro filas de asientos que exponen casi totalmente los edificios que se encuentran detrás. Una vez que volví hacia el pasillo interno de la platea, lo recorrí y encontré un kiosko, una casa de apuestas y el museo del club (obviamente cerrados), pero si las paredes externas del museo del club estaban recubierto por murales de (presumiblemente) viejas glorias y grandes equipos, encabezados por Antonin Panenka, ex delantero y actual presidente del club, lanzado a la eternidad hipster futbolera en forma de un penal picado en la final de la Eurocopa del 76’.

Visitar estadios vacíos, mas aún cuando se trata de vistas a estadios que no poseen ninguna particularidad puntual, es el último recurso para calmar la manija futbolera y mas cuando no hay oportunidad de concurrir en partidos. Pero reflexionando en el tranvía de retorno me había notado familiarizado con el entorno: El estadio pequeño, los pibes chicos, generando el ambiente de club de barrio familiar, pero principalmente por el local debajo de la tribuna, con los escalones de la platea haciendo de techo y pared, el vendedor con poca onda armaron un combo que recordó a mis tiempos cuando este servidor rascaba unos pesos debajo de la platea de la calle Miranda en el Islas Malvinas. Y de pronto me sentí movido al ver como el fútbol podía hacerme sentir como si estuviera a distancia de un bondi de mi casa, pero a mas de 11.000 km. Al fin y al cabo, por eso el fútbol tiene la capacidad de unir a gente independientemente de su circunstancia, por su capacidad de brindar emociones y experiencia similares en cualquier lado.




Para aquellos que siguen lo escrito en la Biblia, el Edén es donde Adán y Eva después de recién creados vivieron hasta que los echaron. Para otros el Edén es el paraíso, un lugar físico o metafísico donde nos sentimos a gusto y encontramos satisfacción a través de prácticas que nos generan sensación de bienestar. En Praga particularmente el Eden está a 1.4 km. del Dolícek, así que después de recorrer la Stare Mesto exhaustivamente y comprar una matrioska de Vélez, fui a tomar el nro. 22, pero en vez de bajar en la parada de Krymská el tranvía siguió por Francouzská hacia Ruská, agarrando Moskevská (Avenida desde la cual pude apreciar por el Dolícek cosa que no había percibido a la ida) y cuando llegó a la estación Koh-I-Noor en la intersección de Moskevská y Vrsovická dobló a la izquierda y en la estación siguiente, apropiadamente llamada Slavia, me bajé y caminé una cuadra volviendo sobre el recorrido del tranvía hasta la calle apropiadamente llamada U Slavie, sobre la que se encuentra el estadio. A una cuadra de la intersección de Vrsovická y U Slavie se pueden apreciar dos centros comerciales. El que está a la mano izquierda, que posee en su exterior un McDonald’s, un bar tipo americano y un Ibis Hotel, portando el 1540 de la calle U Slavie también hace las veces del hogar del Slavia Praha. Si no fuera por una bandera símil estandarte y el local oficial del club, difícilmente pueda asociarse este recinto a un estadio de fútbol. Después de ver que las puertas del estadio estaban invariablemente cerradas, me dirigí a saciar el consumismo futbolero en la tienda del club, que para no desentonar con el entorno estaba ordenado y la extensa amplitud de su superficie estaba cubierta con un generoso rango de productos: La ropa de proveedor de material deportivo de rigor en buena cantidad y surtido, ropa de grupos organizados o alusiva al club y una serie de productos vinculados a la vida cotidiana a las que los cráneos del marketing del club se les ocurrió que podían estamparle el escudo del club, como vasos, sábanas y guantes para hornear. Conseguí una remera de entrenamiento a un precio bajo para los estándares que maneja la industria (No creo al día de hoy que me quedara bien, pero el precio justifica su compra). Efectuada la compra, consulté de alguna posibilidad de ingresar al estadio, lo cual me dijeron que no era posible, porque no lo manejaba el club, por lo que me tuve que conformar con dar una vuelta alrededor del recinto. Sobre U Slavie, pasando los Arcos Dorados, se encontraba una recepción de lo que parecía ser oficinas comerciales que contenía un par de murales con el plantel actual, viejas glorias y logros del club de los cuales tomé fotos solo para pedirle permiso a la atractiva señorita del mostrador y tener una excusa para entablar algún tipo de conversa, operación abortada por el rústico manejo de la lengua inglesa de la chica. Las fotos igual quedaron buenas. Dando la vuelta por Vladivostocká pude apreciar de lejos el considerable predio que posee el club, incluyendo instalaciones techadas y una cancha de hockey sintético, lo que de alguna manera reemplazó mi impresión del club como un emprendimiento comercial por algo un poco mas social y comprometido con el deporte.




De haber podido elegir algún estadio de los localizados en Praga, indudablemente mi elección hubiera sido el remoto Na Julisce, hogar del Dukla Praga, cuya tribuna principal aprovecha la ubicación del estadio sobre una colina y ofrece una vista panorámica de la ciudad. La lejanía, la prioridad de conocer otros aspectos de la ciudad y la falta de certeza respecto de la apertura del mismo, hicieron que no fuera, pero en el viaje camino a Berlín, como despedida de Praga, me quedó en la retina la postal de la platea principal, dominada por su “visera”. ¿Dije Berlín? Ya viene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario