El calendario
futbolístico me había resultado definitivamente elusivo. La idea era
conocer/ver que onda con todo aquello que rodea a ese torneo ampliamente
elogiado que es la Bundesliga, pero a su vez también estaba la posibilidad de
poder experimentar la posibilidad presenciar un partido de competencias
europeas e incluso un partido de la SynotLiga, la (justificadamente) poco
afamada liga checa. Por cuestiones azarosas (en el caso de las competencias
europeas) u organizativas (por el caso de la liga checa), solo me tuve que
conformar con presenciar la Bundesliga.
Por todos sus encantos
medievales y su amplia y (excesivamente) accesible oferta cervecera, Praga no
es el paraíso futbolero. Tiene algo que ofrecer a aquellos que busquen algún
tipo de referencia dentro de sus muros: Hay cuatro equipos de primera división,
dos de los cuales (Sparta y Slavia) han sido tradicionalmente los buques
insignia del fútbol de la República Checa y dos clubes menores pero
tradicionales, que añoran el brillo dorado de épocas pasadas (Dukla y
Bohemians); no obstante en el día a día de la ciudad, sus existencias pasan de
alguna manera desapercibidas y para notarlas hay que ir a su encuentro.

Después de un jueves
de unos 30 grados, 120% de humedad, sol pleno e insolación en el monte Petrín,
el Monasterio de Strahov y el Castillo de Praga, regresé al hostel y después de
una siesta breve para recargar mis vapuleadas reservas de energía, me levanté
con culpa de estar en Praga durmiendo la siesta. La culpa se disipó rápidamente
y dio paso a cierta paz mental en el momento que las piernas recordaron el
esfuerzo realizado y la falta de forma a causa del comienzo reciente de las
vacaciones, pero aún así salí decidido a hacer el esfuerzo y salir a aprovechar
mi estancia. Aprovechando que el alojamiento elegido se encontraba en el barrio
de Vrsovice (se pronuncia como algo parecido a “Vershovitza”), fui a la parada
de tranvía de Krymská y tomé el nro. 31, que viene por Francouzská hacia Ruská,
agarra Moskevská y cuando llega a la estación Koh-I-Noor en la intersección de
Moskevská y Vrsovická dobla a la derecha y en la estación siguiente,
apropiadamente llamada Bohemians donde tras la placa que dice Vrsovická 1489/31
se encuentra el Dolícek, estadio del equipo homónimo de la estación del tranvía.

Atravesé el icónico
portón blanco adornado con un canguro verde e ingresé al local comercial que se
encuentra bajo la platea principal del pequeño recinto. Había una cantidad de
mercadería no menor, pero no exagerada, y una gran cantidad de cajas vacías. Vi
toda la mercadería en exposición (no iba a comprar porque salí impulsivamente
de la cama del hostel y me había olvidado la billetera) y consulte a la persona
que allí estaba los horarios de apertura. Me explicó en un inglés cortado y sin
mucha onda que los horarios de apertura eran variables y que dependían del día
de la semana, del clima, del nivel de contaminación en la ciudad, de la
cotización de la Corona Checa, si llegaba un número par o impar de turistas
chinos al aeropuerto de Praga, el conteo de Pandas alrededor del mundo y si se
le cantaba los huevos abrir el local. Después pregunté si estaba el estadio
abierto para pasar y me dijo que no.
Obviamente el estadio estaba abierto, había unos niños (presumiblemente
de las infantiles del club) que terminaban una práctica en el excelente césped
del estadio, por lo que pasé a la platea principal por una de las entradas de
las esquinas para poder apreciar la particular estructura del estadio. Una
cabecera respetable enfrentaba a la cabecera sin tribuna que da a Vrsovická
mientras que frente a la platea principal hay otra platea con no mas de tres o
cuatro filas de asientos que exponen casi totalmente los edificios que se
encuentran detrás. Una vez que volví hacia el pasillo interno de la platea, lo
recorrí y encontré un kiosko, una casa de apuestas y el museo del club
(obviamente cerrados), pero si las paredes externas del museo del club estaban
recubierto por murales de (presumiblemente) viejas glorias y grandes equipos,
encabezados por Antonin Panenka, ex delantero y actual presidente del club,
lanzado a la eternidad hipster futbolera en forma de un penal picado en la
final de la Eurocopa del 76’.


Visitar estadios
vacíos, mas aún cuando se trata de vistas a estadios que no poseen ninguna
particularidad puntual, es el último recurso para calmar la manija futbolera y
mas cuando no hay oportunidad de concurrir en partidos. Pero reflexionando en
el tranvía de retorno me había notado familiarizado con el entorno: El estadio
pequeño, los pibes chicos, generando el ambiente de club de barrio familiar,
pero principalmente por el local debajo de la tribuna, con los escalones de la
platea haciendo de techo y pared, el vendedor con poca onda armaron un combo
que recordó a mis tiempos cuando este servidor rascaba unos pesos debajo de la
platea de la calle Miranda en el Islas Malvinas. Y de pronto me sentí movido al
ver como el fútbol podía hacerme sentir como si estuviera a distancia de un bondi de mi casa, pero a mas de 11.000 km. Al fin y al cabo, por eso el fútbol tiene la capacidad de unir a gente independientemente de su circunstancia, por su capacidad de brindar emociones y experiencia similares en cualquier lado.




Para aquellos que
siguen lo escrito en la Biblia, el Edén es donde Adán y Eva después de recién
creados vivieron hasta que los echaron. Para otros el Edén es el paraíso, un
lugar físico o metafísico donde nos sentimos a gusto y encontramos satisfacción
a través de prácticas que nos generan sensación de bienestar. En Praga
particularmente el Eden está a 1.4 km. del Dolícek, así que después de recorrer
la Stare Mesto exhaustivamente y comprar una matrioska de Vélez, fui a tomar el
nro. 22, pero en vez de bajar en la parada de Krymská el tranvía siguió por
Francouzská hacia Ruská, agarrando Moskevská (Avenida desde la cual pude
apreciar por el Dolícek cosa que no había percibido a la ida) y cuando llegó a
la estación Koh-I-Noor en la intersección de Moskevská y Vrsovická dobló a la
izquierda y en la estación siguiente, apropiadamente llamada Slavia, me bajé y
caminé una cuadra volviendo sobre el recorrido del tranvía hasta la calle
apropiadamente llamada U Slavie, sobre la que se encuentra el estadio. A una
cuadra de la intersección de Vrsovická y U Slavie se pueden apreciar dos
centros comerciales. El que está a la mano izquierda, que posee en su exterior
un McDonald’s, un bar tipo americano y un Ibis Hotel, portando el 1540 de la
calle U Slavie también hace las veces del hogar del Slavia Praha. Si no fuera
por una bandera símil estandarte y el local oficial del club, difícilmente
pueda asociarse este recinto a un estadio de fútbol. Después de ver que las
puertas del estadio estaban invariablemente cerradas, me dirigí a saciar el
consumismo futbolero en la tienda del club, que para no desentonar con el
entorno estaba ordenado y la extensa amplitud de su superficie estaba cubierta
con un generoso rango de productos: La ropa de proveedor de material deportivo
de rigor en buena cantidad y surtido, ropa de grupos organizados o alusiva al
club y una serie de productos vinculados a la vida cotidiana a las que los
cráneos del marketing del club se les ocurrió que podían estamparle el escudo
del club, como vasos, sábanas y guantes para hornear. Conseguí una remera de
entrenamiento a un precio bajo para los estándares que maneja la industria (No
creo al día de hoy que me quedara bien, pero el precio justifica su compra).
Efectuada la compra, consulté de alguna posibilidad de ingresar al estadio, lo
cual me dijeron que no era posible, porque no lo manejaba el club, por lo que
me tuve que conformar con dar una vuelta alrededor del recinto. Sobre U Slavie,
pasando los Arcos Dorados, se encontraba una recepción de lo que parecía ser
oficinas comerciales que contenía un par de murales con el plantel actual,
viejas glorias y logros del club de los cuales tomé fotos solo para pedirle
permiso a la atractiva señorita del mostrador y tener una excusa para entablar
algún tipo de conversa, operación abortada por el rústico manejo de la lengua inglesa
de la chica. Las fotos igual quedaron buenas. Dando la vuelta por Vladivostocká
pude apreciar de lejos el considerable predio que posee el club, incluyendo
instalaciones techadas y una cancha de hockey sintético, lo que de alguna
manera reemplazó mi impresión del club como un emprendimiento comercial por
algo un poco mas social y comprometido con el deporte.

De haber podido elegir
algún estadio de los localizados en Praga, indudablemente mi elección hubiera
sido el remoto Na Julisce, hogar del Dukla Praga, cuya tribuna principal
aprovecha la ubicación del estadio sobre una colina y ofrece una vista
panorámica de la ciudad. La lejanía, la prioridad de conocer otros aspectos de
la ciudad y la falta de certeza respecto de la apertura del mismo, hicieron que
no fuera, pero en el viaje camino a Berlín, como despedida de Praga, me quedó
en la retina la postal de la platea principal, dominada por su “visera”. ¿Dije
Berlín? Ya viene.
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