domingo, 22 de mayo de 2016

Europa desde una butaca: Un Domingo Cualquiera

Lo primero que veo en la habitación es una pareja de chinos comiendo golosinas y jugando un juego de cartas. Y luz, mucha luz. Vuelvo a calibrar la mirada. Veo una pareja de chinos comiendo golosinas y jugando un juego de cartas. Y luz, mucha luz. A pesar de mis previsiones optimistas me levanté liquidado y con resaca. Me voy a bañar. Las cosas no mejoran. Me olvido la ropa que me iba a poner para el día y la tarjeta de entrada en la habitación (El baño no era ensuite). Golpeo la puerta a ver si estaban los chinos comegolosinas ludópatas. No responde nadie. Tengo que bajar cuatro pisos en toalla a la recepción a pedir una tarjeta. Efectivamente los chinos ya habían liberado la habitación. Al día siguiente me daría cuenta que también había olvidado el jabón en el baño.

Desayuné un café bastante frío (Raro, dado el buen servicio que tenía el hostel) mientras diagramaba un recorrido turístico que modificara la muy pobre imagen que tenía de la ciudad de Frankfurt, que lo único que tenía para mostrarme hasta ese momento era una estación de tren para nada agradable y una zona roja que invitaba mas al ilícito que al pecado. En camino a zonas mas atractivas visualmente, el andar, el escenario a lo largo de la vera del río Main (Meno según Wikipedia), mas el clima soleado, pero gentilmente fresco generó un entorno propicio para la reflexión. Después de haber apreciado la majestuosidad histórica del Olímpico de Berlín, haber vibrado con el fantástico ambiente en Colonia y haber visto el (en papel) mejor partido de fútbol en un ambiente lujoso como el Mercedes Benz Arena de Stuttgart; mas la situación de resaca y cansancio que generó una situación lamentable como la narrada en el primer párrafo, de pronto Eintracht Frankfurt-Hertha Berlín y todo lo que ese duelo conllevaba (i.e. Escenario majestuoso, pero en nivel inferior a Berlín; una hinchada local orgullosa y seguidora, pero no al nivel de Colonia y un partido decente, pero no con equipos del nivel del Gladbach principalmente) no resultaba un plan particularmente atractivo. No obstante esto, la entrada estaba paga e incluía el transporte público hacia el WaldStadion, por lo que apenas pasando el medio día me subí a un tranvía que de la estación central me llevaba al estadio.

Transcurriendo el viaje en tranvía (No precisamente breve) siento que algo me aprieta la muñeca. Era la puta cinta del día anterior con el notorio escudo del Stuttgart. Tironeo de la misma sin final exitoso, la cinta era de una tela resbalosa de mierda, por lo cual me encuentro en un dilema: En principio esto es Frankfurt, uno de los principales centros financieros del primer mundo, con lo cual no debería generarme inconvenientes, pero el instinto primitivo de conservación porteña me hace pensar que es mas prudente taparme la cinta con el buzo. El recorrido a través de prolijos barrios residenciales es ameno, pero escaso de hitos estéticamente llamativos, hasta que finalmente el tranvía de la línea 21 me deja en la estación del estadio, que literalmente se traduce como “Estadio del Bosque”, conocido como Commerzbank Arena por motivos publicitarios. Salí de la estación, seguí la señalización que me llevaba por debajo de un puente, donde había una serie de puestos de productos gastronómicos habituales en el marco de los estadios germánicos. Como ameritaba almorzar algo (Mas allá del desayuno seguía con leve desacomodo estomacal producto de la continuada ingesta de cerveza de los dáis anteriores) fui con la única variante que era novedosa: el Schweinsteak, un churrasco de cerdo marinado con especias en forma de sanguche con 11 kilos de cebolla también marinadas. Obviamente, y desacreditando lo anterior, el bocadillo debió ser debidamente ajusticiado con un vaso de Budweiser Original (mucho mas recomendable que su primo bobo norteamericano) lo cual me dejó en estado catatónico por el resto de la tarde.

Que el estadio no tape el bosque. O al revés. O algo así
Después de consumado el acto alimentario, presenté entrada para acceder al predio, donde claramente se entendía la esencia del nombre original del estadio: caminé por un sendero de 400 metros en medio de un bosque frondoso que no delata la presencia inmediata de una mole de concreto, hasta que de pronto se abre el panorama y detrás de cuatro canchas de fútbol 11 se impone en el horizonte el estadio. Di una pequeña vuelta por el estadio para ver aproximadamente por donde correspondía el ingreso a mi asiento y me dispuse a hacer la fila correspondiente para ingresar al local oficial del Eintracht dentro del estadio a fin de conseguir aquella casaca suplente que ya tenía entre ceja y ceja desde antes del viaje estando en Buenos Aires. En el momento que esperaba para ingresar al local, analizaba la posibilidad de estamparle algún número de algún jugador para hacerla un poco mas completa, el problema es que no había ningún jugador que conociera de antemano por lo que hice un breve análisis de mercado en busca del jugador mas representativo: El futbolista mas estampado en la espalda de los concurrentes era sin duda el número 14, Alex Meier; pero aún no estaba convencido. Una vez que entre al local, sin duda me hice estampar la 14, la de Alex Meier.
 
No pocas veces escuché que hay un solo Dios, pero que Dios es una figura que la gente interpreta de distintas maneras y le asigna distintas formas. En el fútbol, la figura de Dios representa lo mismo para todos los hinchas, pero estos eligen en quien encarna otorgándole así ese status de deidad como máximo apoyo de incondicionalidad en retribución a las prestaciones otorgadas. Uno, viniendo de Argentina, debería saberlo mejor que nadie, siendo una nación que aún está esperando al Messias que nos haga olvidar a D10s y mas localmente, en las barriadas del oeste porteño, profesamos absoluta devoción por Dio5, un lateral derecho por demás aguerrido hasta lo áspero, que a base de esos atributos y polifuncionalidad defendió la camiseta de Vélez en partidos oficiales mas veces que cualquier ser humano que jamás haya habitado esta tierra. Y Eintracht Frankfurt tiene el suyo: Alexander “FussballGott” Meier. En la iconodulía del la tienda oficial del club o en la liturgia del grito de gente en la presentación de la formación en la paquidérmica pantalla del Waldstadion ese hombre de mas de un metro noventa, amplia estructura física, peinado de coleta y movimientos espesos que camuflan una exótica eficiencia se funde con la existencia de una entidad supraterrenal. Debo admitir que al comienzo compré la existencia de este parco dios teutón, pero una vez comenzado el partido dudé: su falta de plasticidad y sensibilidad al contacto de la pelota cuando se alejaba del área alborotaba e ilusionaba a sus fieles alrededor mío, pero parecía que mas que fanatismo era sorna digna del mas seco humor alemán o producto de nostalgia de un fútbol que ya no era; mas que una divinidad tenía delante una reliquia de ese fútbol alemán de antaño enterrado por un alud de petisos de gran destreza técnica alla Götze, Reus, Özil et al: muscularidad, funcionalidad, pragmatismo, un anacronismo antropomorfo que si, a nivel personal, tuviera que vincularlo con un evento místico sería con una resurrección del Flaco Nanni a comienzos del tercer milenio (La única similaritud entre Nanni y Jesucristo igualmente sería estética). Pero a los 22’ entendí que no tenía sentido dudar y ponerme  del lado de la herejía cuando un corner desde la derecha que fue peinado en el primer palo por Marco Russ, el 14 en el segundo palo empujó al arco la pelota deslizándose con un movimiento rústico para poner el 1-0. La voz del estadio/conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador gritó “AAAAALEXANDEEEEER” y el público respondió con un estruendoso “FUSSBALLGOTT MEIER”, por si me quedaba alguna duda de quien era.
A partir de ese gol, Eintracht creció a partir del fútbol vertical, potente, pero refinado de Stendera mientras que Hertha mostraba una cara discrepante de la del equipo que había ganado con autoridad en su casa ante 1.FC Köln.  En el segundo tiempo los Berlineses fueron un poco menos cautos y lograron poner en un par de situaciones incómodas al flojo arquero Hradecky mientras que los locales ya no tuvieron el mismo volumen de juego y entraron en un especie de letargo, que pagarían a diez minutos del final cuando después de una jugada que se ensució, el excelente pero hasta ahí anónimo Darida, se encontró mano a mano con el arquero y con la tranquilidad de los que saben que tienen categoría puso un empate que fue justo desde el punto de vista que ni Eintracht ni Hertha hicieron méritos especiales para ganarlo.

Había que salir del estadio, pero mi detonación mental y la fijación con obtener un vaso descartable con la imagen de algún jugador del Eintracht (Los de ese día eran Makoto Hasebe y el paraguayo Nelson Haedo Valdez) hicieron que me distraiga y me alejara del recorrido a través del cual llegué, con lo cual me encontré siguiendo a la marea humana que, de una manera u otra me depositara en Hauptbahnhof. Lo bueno es que en el mismo momento en el que me di cuenta que no tenía certeza de donde iba a terminar también vi un cartel con el escudo de la Federación Alemana de Fútbol y una flecha. Caminé unas tres cuadras en esa dirección y al final de la misma, conformando un cul de sac me encontré con el Viamonte 1366 teutón, un par de edificios de un par de pisos en torno a un no muy amplio estacionamiento en cuyo centro reside una escultura de vidrio y hierro replicando una pelota de fútbol. Como no veía viable obtener acceso y no tenía certeza del trayecto de regreso, saqué una foto y volví con la procesión. Al toque había un cartel que indicaba la dirección a la estación de S-Bahn, así que me dejé llevar por la masa sabiendo que eventualmente iba a llegar a la estación. Un poco problemática resultó también la partida del tren, en primer instancia por un muchacho en estado visiblemente etílico que quiso entrar a la fuerza en un vagón donde no entraba mas nadie y luego por un viejo que se paraba trabando la puerta: lo miraba mal y el me miraba sonriendo, tratando de parecer simpático mientras la otra gente que hablaba alemán le decía cosas en alemán, que él no escuchaba porque el viejo aparentemente era bastante sordo. Afortunadamente un empleado de la Deutsche Bahn intervino para garantizar la salida del tren.

Una vez en Hauptbahnhof, me dispuse a buscar un lugar para comer allí, pero aparentemente se usa bajar del tren y comer en la estación, así que caminé por la Kaiserstrasse para comer en el McDonald’s mas gediento que vi en mi vida (Los domingos son sagrados en Alemania, no había muchas opciones)  y luego me senté en un bar que tenía una tele en la calle (Primer mundo, amigos) a tomar una birrita de trigo y ver el segundo tiempo de Borussia Dortmund-Darmstadt donde los visitantes (vecinos de la ciudad de Frankfurt) lograron un empate en la última del partido. El cierre del día en el sótano del hotel fue apto para el cierre de la travesía: Birra (casi una constante del fin de semana), resumen de la fecha de la Bundesliga en la tele y Huracán-Vélez en los auriculares. Porque se pueden visitar mil canchas, pero siempre estás volviendo.




Europa desde una butaca: Cinco Estrellas


Casi doscientos cincuenta minutos después de haber llegado a Frankfurt después de la reveladora visita a Colonia, estaba de nuevo iniciando el recorrido para ir a Stuttgart,

El camino a Stuttgart se inició con uno de los golpes de suerte mas grandes que pueda recordar. Idealmente, el plan incluía que ese sábado 26, recorriera en transporte interurbano los escasos 30 minutos que separan Frankfurt de Mainz para asistir a la visita del Bayern Munich. Ante la concreta posibilidad de no conseguir entradas y la creciente necesidad de pergeñar un plan B, tuve la lucidez de conectar en mi cabeza (algo que ocurre con cierta frecuencia, pero no siempre oportunamente) que sabía alguien del laburo era vecino (En Buenos Aires, naturalmente) del lateral izquierdo del VfB Stuttgart, Emiliano Insúa. Mas casualidad aún, ese sábado 26 de septiembre el conjunto suabo, le tocaba fecha de local ante el Borussia Mönchengladbach. Si había un momento de la vida en el cual tenía que dejar el prejuicio personal de lado era este: tenía que hacer el mangazo. 5 minutos después de preguntarle a Sebastián, él me dijo “Dice que no hay problema, que le avises mas cerca del partido, me dijo que te pase el teléfono”. Golazo: un buen partido a costo cero, cerca del campamento establecido en Frankfurt.






Cerveza de por medio (casi una constante en todo el viaje) en el bar del hostel berlinés, había hablado con Emiliano en la semana, para felicitarlo por la victoria en la englische woche contra el Hannover (y obviamente recordarle que no me deje a gamba), me dijo que le consulte mas cerca del partido pero siendo las 9:30 de la mañana del día del partido yo no sabía si tenía la entrada a disposición. Apurando el café del desayuno del hostel de Frankfurt, llegó la confirmación de que la entrada estaba y la dirección del hotel donde concentraban. Me limité a agradecerle y consultar si tenía chance de encontrarlo después del partido para agradecerle personalmente y salí rajando a la estación, porque se me iba el tren y me tenía que clavar una hora mas (De todos modos tenía el abono y con o sin confirmación me iba a mandar para allá)
Biergarten!
Tan rápido salí que había olvidado un pequeño detalle: No había chequeado la dirección del hotel. Afortunadamente, en la oficina de turismo de la Hauptbahnhof de Stuttgart me dijeron que era a cinco cuadras de ahí. Llego al hotel, obviamente un establecimiento de la concha de su madre, cuya única particularidad era que los botones (gente que lleva el equipaje de los huéspedes, no policías) iban de lederhosen en vez de vestidos ridículos y efectivamente en el mostrador estaban las entradas. Con la entrada en mi poder, aproveche el fantástico día con el Inti Suabo (?) brillando en un cielo celeste impecable y pude sacarme la espina con esa institución tan germana como el Bundestag, la Wehrmacht o eliminar a Argentina de un mundial de fútbol: El Biergarten, que además tenía el agregado del Oktoberfest y gente con sus Lederhosen, pero sin la música esa de mierda que solo se banca después de haberte tomado 61 litros de birra. Después de un litro de Weissbier (innecesario considerando la abundante ingesta de Kölsch de la noche anterior) y un Brezel, di una escueta vuelta por el centro y me fui al NeckarStadion (ahora conocido como el Mercedes Benz Arena a fines de mercadeo) a pesar de que faltaban dos horas y media para el partido, porque, a decir verdad, tenía una vaga idea de cuan lejos estaba el estadio y ni el menor indicio de cómo llegar. Por suerte en una de las plataformas del S-Bahn local había uno con destino a un lugar llamado NeckarPark (Stadion), lo cual me solucionó el temita de ver como llegar. En un momento vacilé sobre si ese era el tren correcto, porque había alguna camiseta del VfB (Me llamó la atención particularmente un hincha que sostenía una lata de energizante y una petaca de Jägermeister y las consumía simultáneamente haciendo la JägerBomb mas distintiva que vi en mi vida) pero básicamente había muchas mas adolescentes con cuerpos de mujeres hechas y derechas cubiertos por vestidos típicos pero de corte sugerente (Que me llamaron mucho mas la atención que el Jägerbombista artesanal, pero que en retrospectiva me dejaron contrariado) de las festividades de Octubre en Alemania (Contrariamente a la estructura germana y a la literalidad se festejan mayormente en Septiembre). Conforme se acercaba el tranvía se iba acercando al estadio se sumaron mas hinchas, mas gente disfrazada de OktoberFest pero a su vez mas niñas portando remeras de Violetta con sus madres, lo que en lugar de alegrarme por el éxito de un compatriota me dejó bastante desorientado porque 10 de cada 10 niñas portaban una remera con su cara ¿Su popularidad global sería mas amplia de lo que yo pensaba? ¿Sería la artista de preferencia entre hipsters alemanes de 4 a 6 años? ¿Serán una secta infanto-satánica? Muchas preguntas, que tratándose de una artista vinculada a Disney, cualquier respuesta podría ser posible. Finalmente, se fueron revelando las dudas en el camino del tranvía. Inmediatamente a la derecha de la estación NeckarPark (Stadion) había un parque de diversiones donde confluía la gente que iba a celebrar las festividades de Octubre en Septiembre, en una carpa gigante, donde fluía a buen ritmo la cerveza y sonaban esas polkas de mierda. Seguí caminando con los fans del Stuttgart y las fans de Violetta con sus respectivas madres, cruzando un puente que pasaba por sobre (obviamente) la MercedesStrasse y que te depositaba en el Porsche Arena donde, oh casualidad, iba a haber una performance artística del producto manufacturado de Disney. Mas adelante, estaba el templo del fútbol al que tenía acceso. Di una vuelta mas en rededor (?) del estadio donde había un par de bares para comer sentado, pero también un par de puestos de expendio de cerveza y bratwurst. Tenía planeado entrar al local oficial sito en un inmueble adjunto, pero se encontraba en remodelación, lo cual no hizo mas que acelerar mi ingreso al Mercedes Benz Arena a falta de mas de noventa minutos del inicio del partido.
 
Mercedes Benz Business Center a.k.a Puerta7
Desde un punto de vista íntimo sentí que el ingreso fue bochornoso. Busco la puerta 7, asignada para mi ingreso. Veo los ingresos para las puertas 1 a la 6, un edificio negro vidriado llamado Mercedes Benz Business Center y detrás las puertas 8 a 13. Me resisto a creer que eso es un ingreso al estadio, mucho menos el que me corresponde a mi aún con un ingreso protocolar. Pregunto a los voluntarios apostados a tal fin. Me dicen que corresponde. Puteo y pregunto internamente porque no a) ponen el nombre del edificio en la entrada o b) no le pintan un 7 en el edificio. Ingreso al edificio: recepción grande, interior de madera, escalera a un segundo piso, empleados ataviados de manera elegante, gigantografías tipo murales de viejas glorias del VfB. Paso la entrada por un lector. Me cortan la entrada con la mano como si fuera un partido en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires y me ponen una cinta violeta en mi muñeca derecha. Me quedo parado con la entrada en la mano mirándola, sin poder entender el porque de tanta brutalidad. Puteo porque me voy a quedar con un recuerdo dañado. Me doy cuenta que la brutalidad se extiende a mi muñeca: La cinta aprieta. Puteo de nuevo. Paso y subo dos pisos por la escalera. Llego a un salón que es una especie de salón de fiesta, mesas redondas impecablemente dispuestas, sillas acordes, mozos yendo y viniendo, gente comiendo y bebiendo, un escenario con dos sillas y un par de teles con un partido de Bundesliga.2. Intuyo que no es el lugar al que debería acceder. Me doy vuelta y vuelvo al primer piso. El primer piso es mas un tipo entrepiso y no hay una mierda. Vuelvo al segundo piso. Me quedo haciendo que miro las gigantografías: Klinsmann, uno que si la memoria visual que tengo del album de figuritas del mundial 94’ supongo que es Balakov (mucho mas luego confirmé que era la otra mitad del núcleo creativo de ese ilustre equipo búlgaro), el último equipo que salió campeón en el dosmilalgo y muchas otras fotos en sepia reflejando epopeyas deportivas de antaño que desconocía. Me asomo de vuelta al salón. Veo una puerta con algo verde al fondo. Paso al salón, me acerco a esa puerta y compruebo que aquello verde era el campo de juego. Nadie me interpela por mi presencia ahí y busco la puerta que me correspondía. Cuelgo mi campera en un perchero al lado de la puerta que me correspondía. Empiezo a pensar que efectivamente ese era mi lugar. Doy una vuelta mas por el salón, detecto 5  barras donde dispendían bebidas y 3 buffets donde había cantidades ingentes de comida. Tengo sed. Pienso que si consumo algo me van a romper el culo. Pido un vaso de agua, total eso no se le niega a nadie. Me dan el vaso de agua. Temo que me cobren. Agradezco. El joven que me dio el vaso de agua me dice nada. Espero una fracción de segundo que me parece una eternidad, a la espera de una reacción posterior. El joven no me pide contraprestación y se dispone a seguir sirviendo vino en unas copas. Me voy a tomar la copa de agua. Mi mente procesa que es todo gratis. Mágicamente los signos de resaca desaparecen y vuelvo a sentir apetito. Apuro la copa de agua y me agarro una de birra. Tampoco me cobran. Una nueva sensación de coraje se apodera de mi persona, siento que no tengo límite alguno, soy invencible, el puto amo de Baden Württenberg. Dejo la copa vacía en la barra y me voy al buffet. Me lleno un plato con cantidades moderadas de jamón asado, ensalada y otras verduras salteadas. Arranca una especie de show en el escenario donde un tipo le hace una entrevista a otro y pasan goles viejos de otros Stuttgart-Gladbach. Consumo el plato de comida con una copa de birra. Termino la copa, un mozo me la retira y antes que me de cuenta efectuó la reposición. Se repite la secuencia anterior de la copa. Percibo pasmado que también hay camisetas del Gladbach. Estoy picado y pienso que si me vienen a cobrar no pago una mierda y les digo que lo carguen a la cuenta del “2”. Después pienso que si está todo pago sería una pena no aprovecharlo. Me reafirmo en lo anterior pensando que si me vienen a cobrar no pago una mierda y les digo que lo carguen a la cuenta del “2” Me sirvo otro plato con comida. Iba a probar el salmón, pero me mantengo con el jamón, esta vez con unas bolas de papa y una especie de soufflé de queso, acompañado de la cerveza de rigor. Estoy picado al punto de estar a la espera que ingresen los novios. Ah, si. Había un partido. Un papelón lo mío.

Tomé mi lugar en la platea a fin de meterme en clima de partido. Pasaron los movimientos precompetitivos, el show del conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador en un sillón que estaba en un corner, un cocodrilo (muñeco, Colonia es la única ciudad alemana donde meterían un animal vivo en una cancha) que andaba por ahí y el clásico  ritual del anuncio de las formaciones.
Habiendo seguido bastante de la campaña del Stuttgart puede afirmarse que el partido de los por ese entonces dirigidos por Zorniger fue típico. Una especie de pressing tibio en toda la cancha con todos los beneficios y contras que eso implica con demostraciones crónicas de ineptitud en toda la cancha. A pesar de un arranque superior en desarrollo, Stuttgart se encontró dos goles abajo cortesía de un balón parado de Xhaka y un desafortunado gol en contra de Gentner. Los locales, alentados por su gente al ritmo de los Fabulosos Cadillacs, siguieron en su búsqueda ofensiva con escaso recelo por el aspecto defensivo y mas escasa puntería aún hasta que Ginczek de penal llegó al descuento.

Zona de Hospitality
En el entretiempo me dispuse a ir al baño con la consigna de evitar consumir cerveza, pero en el salón estaban sirviendo currywurst, lo cual fue causal de consumo de dos o tres cervezas mas (ya había perdído la cuenta). Esto viene a cuenta de lo que sirve como resumen del partido en general: Como quien escribe, el Stuttgart se fue desdibujando conforme avanzaba la jornada. El VfB aún tenía volumen de juego como para jugar en campo rival, pero los escasos momentos donde el juego trascurría cerca de la zona defensiva del Stuttgart hacían temer que tal vez el gol de la visita llegara primero. Casi hasta el final no llegó el acto que precipitó el desenlace del partido: Nuestro héroe Insúa mostró su humanidad dejando corta una bocha, hecho que fue debidamente aprovechado por Raffael, que como una bala perdida se fue solo y puso el 3-1 definitivo.

Después de gestiones infructuosas por la obtención de Wi-Fi, que consistieron mayormente en un coqueteo con una morocha extrañamente simpática (En esa zona aparentemente la amabilidad es obligatoria, pero la simpatía no se usa tanto)  que trabajaba allí (el coqueteo también fue infructuoso), ya no había posibilidad de poder agradecerle personalmente a Emiliano después del partido, por lo que quien escribe trató de sacar el mejor provecho financiero a la situación: me ahorré la cena a merced de la amplia selección de quesos que ofrecía el servicio de catering e ingresé a mi organismo otro litrito de Krombacher.
Subido al S-Bahn que me llevaba de vuelta al HBF de Stuttgart prontamente me di cuenta que no era el único que se había quedado escabiando después del partido: Además de los que fueron a tal fin al OktoberFest en el predio adyacente, había un hincha del Stuttgart en estado visiblemente etilicoso y un puñado de hinchas visitantes, vociferando su apoyo a los Potrillos, golpeando las instalaciones del tranvía y gritando algo de la Champions League, dejando al resto del pasaje mirando de reojo en un típico gesto teutón de indignación pasiva.

Después de una (no tan infrecuente) demora del tren de la Deutsche Bahn que me devolvía a Frankfurt, volví a recuperar el Wi-Fi y le agradecí efusivamente la entrada a Emiliano por What´s App (No se si daba para decirle que me ahorre el almuerzo y la cena y volví con un nivel de alcohol en sangre no recomendable) y me dispuse a hacer dos cosas que llevaba bastante tiempo sin hacer: Tomar un vaso de agua e irme a dormir un buen tirón.  

Europa desde una butaca: Revelaciones

En 70 horas debí compactar 12 horas de viaje en tren, otras tantas horas de sueño y otros tantos litros de cerveza para ver 270 minutos de fútbol alemán in situ.  Desde la base en la zona roja de Frankfurt (establecida a fines prácticos para sacar provecho de su cercanía con la Hauptbahnhof; a diferencia de lo planeado para Ámsterdam, donde hice base en la zona roja para sacar provecho de la ubicación en la zona roja) partí temporalmente hacia Colonia (cumpliendo con el no cierre de la historia anterior), donde me esperaba el, en papel, duelo menos atractivo de todo el itinerario futbolístico: 1.FC Köln contra el FC Ingolstadt.

Después de las visitas turísticas de rigor (Domo, que en realidad es la primera postal que te ofrece la ciudad apenas salís de la Hauptbahnhof, cervecería tradicional y otra cervecería no tradicional) y la adquisición de un buzo de arquero del effzeh (así llaman los locales a su equipo y que predeciblemente quiere decir F-C) en liquidación de la temporada anterior y que resulta bastante feo estéticamente, pero que me salvó del pronóstico erróneo que había hecho acerca del clima, me dirigí al Müngerdorsfer Park. Caminando el equívoco trazado urbano del centro de la llamada ciudad carnaval (de Mainz dicen lo mismo también), llegué a la estación de Neumarkt para tomar el tranvía nro. 1 en dirección a Leiden que me llevaría al 999 de la Aachener Strasse donde está el antes mencionado parque que contiene al ahora llamado (por cuestiones de sponsoreo) RheinEnergie Stadion.

Al igual que en Berlín la previa del partido resultó ser bastante amena: ya a 10 cuadras del estadio prevalecían los bares, puestos y vendedores ambulantes dedicados a la venta de cerveza, ese siempre rentable negocio en tierras teutonas, mientras que cerca del estadio además de los puestos de comida y merchandising había un par de iniciativas de marketing del sponsor principal del club en la cual uno podía poner su cara en el cuerpo de un jugador de Colonia o fotomontajes que simulaban una foto con un jugador del club. De nuevo, advertí el mismo patrón que en Berlín, una cierta mercantilización y esfuerzo orientado a adelgazar el bolsillo del hincha, pero a su vez hay un cuidado del mismo y una idea de otorgarle algo a cambio.

Una vez cumplido el ingreso con el ticket virtual que tenía en mi celular (donde la incompletitud de la información me llevó a cometer un error en la puerta de ingreso) me encontré dentro del precinto donde procedí al consumo de un bratwurst y un poco mas de la cerveza autóctona Kölsch, intenté sacarme una selfie con el muñeco mascota del club (mas sobre el original en las próximas líneas) para desistir después de ver que una cantidad considerable de niños también estaba esperando y entré al local oficial del club, pero también me privé de consumir ya que era un quilombo, cuestión que no puedo decir que me haya sorprendido porque ya había advertido (casi con alivio, después de darme cuenta que ya había sido cooptado por el respeto al orden imperante en Berlín) que todo lo que tiene que ver con Colonia y su gente se encuentran fuera del preconcepto de frialdad, respeto del orden preestablecido y generalmente correcto que se tiene del alemán en general.

Hennes VIII, nuestro nuevo ídolo
Me dispuse a tomar el asiento que tenía en la segunda fila de la cabecera opuesta a la stehseplatz (sectores donde la gente puede ver el partido de pie tal como en nuestras populares) en paralelo a la línea del área grande, donde los equipos ya terminaban de efectuar sus movimientos precompetitivos y empecé a encontrar parte de lo que esperaba en la Bundesliga: Pasión (también había Wi-Fi, incomprensible, para los que vamos a la cancha y ni hay señal de celular). La verdad es que si hubo algo que fue decepcionante del partido en Berlín fue que se cantaba de Stehseplatz a Stehseplatz y la atmósfera nunca terminaba de despegar. La primera demostración que en Colonia no iba a ser igual fue cuando empezó a sonar el tema de Rocky I y en la pantalla, apareció el gran Hennes VIII, en su hábitat natural (el zoológico de Colonia) y se lo lleva un camión de DHL y lo deposita en el estadio, donde hace una entrada triunfal con una escolta de porristas. Cuando la gente vio al Geissbock, ese magnífico cuadrúpedo de cuernos ondulados, el estadio explotó por primera vez en la noche e incluso se llevó una ovación superior a cualquiera de los 11 bípedos anunciados a continuación como titulares del 1.FC Köln. Otro gran momento fue la recepción de los equipos donde sonó  el himno del equipo que salvo por el reducido público visitante (por falta de interés debida a obvios motivos) y yo (por falta de recursos lingüisticos debida a obvios motivos) canto todo el estadio a todo pulmón.

La ubicación que saqué me dio una buena impresión de la atmósfera reinante en el estadio y poder apreciar realmente la velocidad a la que se juega en la Bundesliga a pesar de tratarse de dos equipos cuya expectativa general es que terminen en la mitad inferior de la tabla; pero me privó de poder ver el partido desde un punto de vista mas analítico. Aún así, de entrada nomás se vio claro que Ingolstadt con un punto se iba mas que satisfecho, mientras que el effzeh pareció retomar donde había dejado tres días atrás en Berlín, con un fútbol directo, pero sin muchos elementos creativos, atacando principalmente desde la banda izquierda con un encarador Bittencourt y el mas liberado Jonas Hector mientras que Modeste mostraba el repertorio que había llamado mi atención en Berlín. Por esas cosas que tiene este juego el gol que llegó a los 10 minutos vino por el otro lado cuando Marcel Risse sacó una hoja del libro de Manfred Kaltz (otro equipo y otro puesto, pero la comparación es estrictamente limitada al punto de vista técnico) y encontró a Modeste solo en el punto del penal, beneficiario de un resbalón de un central rival, para suspenderse en el aire y cabecear cambiando la dirección al balón superando al notoriamente encanecido arquero visitante.
A diferencia de otros equipos que salen a defenderse y después de recibir un gol no saben que hacer, Ingolstadt pareció tener un plan B: Siguió compacto, pero se adelantó un poco, estableció la batalla del mediocampo logrando superioridad numérica y arrimó peligro mediante remates de larga distancia (unos de los cuales despertó una ovación para el buen arquero e ídolo local Timo Horn al ritmo de Estrellas y Barras a.k.a. La canción de Crónica) y pelotas paradas, medio por el cual resultó llegar el empate de los bávaros. Matip, que había perdido a Modeste en el primer gol, encontró libertad en el área rival, con un cabezazo potente superó a Horn y puso el resultado que sería definitivo a los 21’. Ni la gran cantidad de tiempo por delante, ni el empuje de todo el estadio ni la impasiva mirada de Hennes VIII al costado de la cancha generaron ideas en el ataque local ni en el banco donde el técnico usó un solo cambio de los tres ni inquietud en la defensa rival mas allá de algún susto aislado: Al final del partido Ingolstadt se llevó lo que había venido a buscar y la reacción después del silbatazo final no escondió ni un poquito la satisfacción por el objetivo cumplido.
El regreso tuvo eventualidades: en el tranvía a la estación de Neumarkt fue pintoresco, tuve un diálogo con un par de habitués de la stehseplatz (la pregunta de apertura del intercambio fue ¿Dónde se sale hoy?) y un par de plateístas, la caminata por la zona de bares del Neumarkt hasta llegar al domo para llegar desde donde partí, como diría la Renga, pero mayor inconveniente fue que después tardé 5 horas para hacer un viaje que la ida había hecho en 90 minutos con una escala de una hora en Mainz incluida.

Soy de la teoría que uno no elige sus pasiones, sino que esas cosas lo eligen a uno, te agarran y no te sueltan nunca mas; porque de otra manera no se explica que algún vínculo de este tipo te acompañe para toda la vida, no por nada uno dice que “es de X equipo” y no que es seguidor o hincha de, (in)conscientemente indicando pertenencia, mas que afiliación. Colonia y su gente te tiran todo lo Kölsch en la cara como tarjeta de presentación: el folklore, la idiosincrasia, la tradición, las particularidades y la pasión están a flor de piel, Colonia es una forma de ser y de sentir, un estado de comunión de alma y (no muy germánica) mente. Y en eso esta incluido este equipo, el effzeh, que también se trata de la ciudad y no por nada el club tiene el lema “Spürbar Anders” cuya traducción libre sería Claramente Diferentes. Mas allá de la cercanía de características (Seguramente ampliada por el filtro de la sorpresa) no pude evitar la sensación de que Colonia y el effzeh me tomaron. Ya mientras volvía caminando nuevamente por los escasos metros que separaban la Hauptbahnhof de la zona roja Frankfurt a las 4.30 A.M. volvía reflexionando sobre eso. Mientras retiraba el equipaje de la jaula/locker y hablaba a la pasada con un huésped del hostel que casualmente resultó ser compañero de habitación (un hindú norteamericano) y le comenté lo que había hecho. Razonando la travesía mucho tiempo después había caído en la cuenta que sin saber, de esas 24 horas había viajado 12 en tren y había dormido 0, pero que ese sacrificio, no había sido tal, que había valido la pena, y sin saberlo de antemano, correspondido mansamente a esa posesión. Me di cuenta que por ahí, ya era del 1.FC Köln.

Ehrenfeld, Raderthal, Nippes, Poll, Esch, Pesch un Kalk
Ehrenfeld, Raderthal, Nippes, Poll, Esch, Pesch y Kalk
Üvverall jitt et Fans vom FC Kölle
En Todos Lados Hay Hinchas del FC Kölle
En Rio, en Rom, Jläbbisch, Prüm un Habbelrath
En Rio, en Roma, Jläbbisch, Prüm y Habbelrath
Üvverall jitt et Fans vum FC Kölle.
En Todos Lados Hay Hinchas del FC Kölle

Freud oder Leid, Zokunf un Verjangenhejt
En la Alegría o en la Tristeza, Futuro y Pasado
E Jeföhl dat verbingk - FC Kölle
Un Sentimiento que Une – FC Kölle
Ov vür ov zoröck - neues Spell heiß neues Jlöck
Hacia delante o hacia atrás – Cada Partido es una Nueva Oportunidad
E Jeföhl dat verbingk - FC Kölle
Un Sentimiento que Une – FC Kölle

Mer schwöre dir he op Treu un op Iehr:
Te Juramos Honor y Lealtad
Mer stonn zo dir FC Kölle
Estamos Junto a Vos FC Kölle
Un mer jon met dir wenn et sin muß durch et Füer
Y caminaremos junto a vos, a través del fuego si es necesario
Halde immer nur zo dir FC Kölle!
Estaremos siempre a tu lado FC Kölle!

Ov jung oder alt - ov ärm oder rich
Jóvenes o Viejos – Pobres o Ricos
Zesamme simmer stark FC Kölle
Unidos somos fuertes – FC Kölle
Durch dick un durch dünn - janz ejal wohin
En las buenas y en las malas – No importa el lugar
Nur zesamme simmer stark FC Kölle
Solo Unidos Somos Fuertes – FC Kölle

Mer schwöre dir he op Treu un op Iehr:
Te Juramos Honor y Lealtad
Mer stonn zo dir FC Kölle
Estamos Junto a Vos FC Kölle
Un mer jon met dir wenn et sin muß durch et Füer
Y caminaremos junto a vos, a través del fuego si es necesario
Halde immer nur zo dir FC Kölle!
Estaremos siempre a tu lado FC Kölle!

Mer schwöre dir he op Treu un op Iehr:
Te Juramos Honor y Lealtad
Mer stonn zo dir FC Kölle
Estamos Junto a Vos FC Kölle
Un mer jon met dir wenn et sin muß durch et Füer
Y caminaremos junto a vos, a través del fuego si es necesario
Halde immer nur zo dir FC Kölle!
Estaremos siempre a tu lado FC Kölle!

Mer schwöre dir he op Treu un op Iehr:
Te Juramos Honor y Lealtad
Mer stonn zo dir FC Kölle
Estamos Junto a Vos FC Kölle
Un mer jon met dir wenn et sin muß durch et Füer
Y caminaremos junto a vos, a través del fuego si es necesario
Halde immer nur zo dir FC Kölle!
Estaremos siempre a tu lado FC Kölle!

*Kölle es un variante de llamar a Colonia en el dialecto local


Para terminar de reafirmar esta convicción y que no se trataba de una hipersensibilidad inducida por la excesiva ingesta de cerveza, mucho después de esta Offenbarung, me encontré en la barra de un bar de San Telmo pidiendo una Kölsch, en lugar de una Kolsch. Si alguien cambia la letra en la primera estrofa y reemplazan una de esas ciudades por Buenos Aires, acá hay alguien dispuesto a honrarlo. Y sino seré representado por la parte que dice Üvverall jitt et Fans vum FC Kölle.


Europa desde una butaca: Encuentro con la Bundesliga

El primer choque con el buque insignia futbolero de una ciudad que no parece muy futbolera lo tuve dos minutos después de haber puesto un pie en Berlín. En el primer piso de la Hauptbahnhof de Berlín encontré (a pesar de estar desorientado como pocas veces en mi vida) el local del Hertha BSC.  En una muestra de autocontrol, no ingresé, lo cual resultó ser beneficioso económicamente, ya que el paquete de la oficina de turismo, incluía considerables descuentos para ir a ver al Hertha. Hecho el trámite de la adquisición de la entrada para el Hertha Berlin-1. FC Köln y la compra de alguna pilcha de entrenamiento, había que resolver el no sencillo tema de llegar al hostel desde la Hbf.. Pero lo importante ya estaba hecho: La cita del martes 22 de septiembre de 2015 en el mítico Olympiastadion de Berlín.



El Ludwig Jahn
No fue un particularmente placentero de arranque de martes. Un excelente Döner Kebab en las horas de la madrugada no alcanzó a contrarrestar la mezcla de tequila, Jägermeister y considerables cantidades de cerveza integrantes de una previa/estancia en un establecimiento nocturno que confundía libertad con libertinaje e invitaba a explorar aspectos muy bajos de la decadencia inherente al ser humano mientras que el clima fresco, pero a la vez pesado tampoco era una invitación amable para salir a descubrir Berlín. El fresco fue cediendo a la pesadez, no obstante, no me impidió disfrutar de la mundialmente famosa East Side Gallery, ni pasear por el barrio turco de Kreuzberg, ni de ser objeto de la abundante oferta de droga en el que después descubrí que es el Görlitzer Park. La manija futbolera me llevó al Ludwig Jahn Sport Park, estadio donde hacía de local el tristemente célebre Dynamo Berlin y donde hace de local su reencarnación caída en desgracia, el BFC Dynamo. Encontre un encuentro de atletismo juvenil, lo cual me dio un respiro y me permitió ver el estadio con un poco mas de vida, aunque sentí decepción al no ver referencia al equipo de fútbol en todo el estadio. Para ese momento, la noche anterior ya me había pasado factura y previo a partir al estadio decidí que lo mas sano tal vez sería ir a dormir una siesta para llegar en buenas condiciones al partido (Como si el tipo hubiera tenido que ir a jugar)

Cuando salí alrededor de las 17.30 (3 horas antes del partido), se dio lo inevitable: Lloviznaba y estaba mas fresco. Recorrí en el U-Bahn U5 el trayecto de Rosa-Luxemburg-Platz a Alexanderplatz y una vez allí recorrí los aproximadamente 1.700 metros que separan la plataforma del U5 hasta las del S-Bahn donde agarré el S5 en dirección a Spandau que me dejó (a mi y a tantos otros hinchas del Hertha y del Köln) en la apropiadamente llamada estación de Olympiastadion. De ahí recorrí unos 150, 200 metros que me depositaron en la Olympischer Platz, no sin obviar la adquisición y rápido consumo de un Bratwurst y medio litro de Warsteiner. Una vez allí no pude evitar la emoción de ver ante mi esas cosas que parece que nunca llegan, el fin de la manija, todo causado por esa estructura cavernosa de concreto, un anacronismo de hormigón, un recordatorio de un tiempo pasado, una paradoja de un templo inconfundiblemente Nazi aún venerado y santificado al día de hoy y capaz de tocar fibras emotivas positivas, aún en un una sociedad donde mejor no hablar de esa era, que yace cuan pesada carga en el inconsciente colectivo teutón.
  
Pasé mi entrada por el lector laser para ingresar al estadio y compre otro medio litro de Warsteiner y un Brezel (fue un momento decepcionante descubrir que no es con P y darme cuenta que viví toda la vida equivocado) para acompañar mi recorrido por los alrededores del estadio antes de tomar mi asiento. La historia en algunos lugares de Berlín se encuentra oculta o bien después de hurgar exhaustivamente en los pequeños detalles, pero en otros se transforma en una piña de realidad en la cara del visitante y el Olympiastadion es prueba de ello: había una pequeña exposición de atletas judíos víctimas del nazismo, el natatorio de los juegos olímpicos de Berlin de 1936 conservado de la forma mas original posible y al fondo donde la estructura oval del estadio se interrumpe en la llamada Puerta Maratón se encuentra el Maifeld, un inmenso campo abierto de superficie de césped. En el medio de eso, carritos vendiendo cerveza, brezel, bratwurst (o su versión local, currywurst una  especie de salchicha a la pomarola con curry), merchandising del Hertha, pescado; reflejando la idea de lo que intenta ser la Bundesliga, un lugar donde se intenta sacar cada centavo posible que cada espectador lleve a la cancha, pero sin dejar de respetar al hincha ni las tradiciones
No sin antes tomar la mayor cantidad de fotos posible, la manija me llevó a instalarme al asiento unos 35,40 minutos antes del horario estipulado de arranque del partido, viendo los movimientos precompetitivos de cada equipo y la particularidad típicamente alemana de que la voz del estadio no es una voz anónima de una cabina sino una especie de conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador, mientras se instaló a mi lado un veterano abonado que debía seguir al equipo al menos desde cuando el despropósito del Muro de Berlín cumplía con su propósito. Llegada la hora del partido, en la pantalla del estadio apareció la apertura de TV de todos las transmisiones televisivas de la Bundesliga, que dio a pie a otra costumbre típicamente alemanísima (mi favorita, puntualmente): al momento de dar la formación el conductor de TV/Maestro de Ceremonias/Animador/voz del estadio deja la garganta y los pulmones gritando el número de camiseta y nombre de pila de cada jugador, mientras que el público presente deja su garganta y los pulmones gritando el apellido del jugador. Lo que es tremendamente divertido es que después del lapsus barrabravesco, el hombre en cuestión pasa dar la formación de la visita con un tono de solemnidad que desmiente cualquier teoría que afirme que se trate de la misma persona.

El pitazo inicial propuso un arranque movido, con el Hertha Berlín tomando la iniciativa con un modernoso 4-2-3-1 mientras que Colonia esperaba con dos líneas de 4 bien compactas y arriba apostaba a Anthony Modeste, delantero francés con un estilo de juego (salvando las distancias, obviamente) similar al de Drogba: excelente juego aéreo, y buenos movimientos de espaldas al arco para aguantar la pelota y asociar al juego a su compañero de ataque Osako, a los externos Risse y Bittencourt  y esporádicamente a Jonas Hector, el lateral izquierdo, sector del cual provino la mayor generación de juego del conjunto visitante. Del juego aéreo los visitantes encontraron las mejores chances, pero lentamente Colonia fue perdiendo impulso y Hertha pasó a dominar el juego, encontrando salida en sus laterales y el desequilibrio que aportaba Salomón Kalou, jugador de gran talento, pero también reticente a demostrarlo regularmente; pero particularmente en el checo Vladimir Darida que hizo del mediocampo su dominio, mostrando una gran noción de la ocupación de los espacios en ese sector y ofreciéndose como opción libre en cada jugada. Hasta que a los berlineses les rindió frutos la salida predeterminada: el arquero Jarstein, cedía a uno de los dos centrales (en este caso, el capitán e ídolo local Fabian Lustenberger) que jugaría un pase recto saltando líneas al medio espacio hacia uno de los wines o Kalou (en este caso el suizo Stocker) para abrirla al lateral que llega. En este caso, Plattenhardt, de gran aporte  en la fase ofensiva, no fue hasta el fondo como en una jugada anterior sino que tiró un centro bajo al primer palo donde el bosnio Vedad Ibisevic cerró la jugada con un anticipo de manual. Los de Peter Stoger no encontraron respuesta en el corto plazo e inmediatamente después del gol se vieron anímicamente conmovidos y Hertha cerró el primer tiempo con una cómoda ventaja a favor al menos en el desarrollo a pesar de un tiro en el palo del peligroso pero ocasionalmente frustrante Bittencourt. El cierre del primer tiempo fue una buena excusa para recargar el vaso de Warsteiner, trámite que a pesar de la gran demanda resultó ser bastante expeditivo. En el comienzo del segundo tiempo, el tren de la publicidad de la Deutsche Bahn que anunciaba los goles en otras canchas (este partido se jugó en la englische woche) pasó cinco veces en 10 minutos, para anunciar 5 goles de Lewandowski en Munich, lo cual fue lo mas relevante que pasó en Berlin, lo cual me llevo a maldecir un poco al destino y no estar en Munich. Conforme avanzaba el partido, los de la ciudad catedral arriesgaron con las sustituciones, pero siguieron avanzando infructuosamente, mientras que los locales se hacían cada vez mas peligrosos en los contraataques, hasta que al final del partido el emergente del banco de suplentes Baumjohann tocó para que Ibisevic corra unos 40 metros sin oposición de cara a Timo Horn, lo esquivara y definiera ante el arco vacío.


Después quedó poco para contar: un regreso multitudinario, un lemeyun medio pelo en una casa de kebab en Hackescher Markt y una birra en el bar del hostel. Probablemente el cierre sea escueto, pero solo porque sabía que no iba a ser necesario, porque a los dos equipos me los iba a volver a cruzar.  

Europa desde una butaca: Castillos vacíos

El calendario futbolístico me había resultado definitivamente elusivo. La idea era conocer/ver que onda con todo aquello que rodea a ese torneo ampliamente elogiado que es la Bundesliga, pero a su vez también estaba la posibilidad de poder experimentar la posibilidad presenciar un partido de competencias europeas e incluso un partido de la SynotLiga, la (justificadamente) poco afamada liga checa. Por cuestiones azarosas (en el caso de las competencias europeas) u organizativas (por el caso de la liga checa), solo me tuve que conformar con presenciar la Bundesliga.

Por todos sus encantos medievales y su amplia y (excesivamente) accesible oferta cervecera, Praga no es el paraíso futbolero. Tiene algo que ofrecer a aquellos que busquen algún tipo de referencia dentro de sus muros: Hay cuatro equipos de primera división, dos de los cuales (Sparta y Slavia) han sido tradicionalmente los buques insignia del fútbol de la República Checa y dos clubes menores pero tradicionales, que añoran el brillo dorado de épocas pasadas (Dukla y Bohemians); no obstante en el día a día de la ciudad, sus existencias pasan de alguna manera desapercibidas y para notarlas hay que ir a su encuentro.  

Después de un jueves de unos 30 grados, 120% de humedad, sol pleno e insolación en el monte Petrín, el Monasterio de Strahov y el Castillo de Praga, regresé al hostel y después de una siesta breve para recargar mis vapuleadas reservas de energía, me levanté con culpa de estar en Praga durmiendo la siesta. La culpa se disipó rápidamente y dio paso a cierta paz mental en el momento que las piernas recordaron el esfuerzo realizado y la falta de forma a causa del comienzo reciente de las vacaciones, pero aún así salí decidido a hacer el esfuerzo y salir a aprovechar mi estancia. Aprovechando que el alojamiento elegido se encontraba en el barrio de Vrsovice (se pronuncia como algo parecido a “Vershovitza”), fui a la parada de tranvía de Krymská y tomé el nro. 31, que viene por Francouzská hacia Ruská, agarra Moskevská y cuando llega a la estación Koh-I-Noor en la intersección de Moskevská y Vrsovická dobla a la derecha y en la estación siguiente, apropiadamente llamada Bohemians donde tras la placa que dice Vrsovická 1489/31 se encuentra el Dolícek, estadio del equipo homónimo de la estación del tranvía.

Atravesé el icónico portón blanco adornado con un canguro verde e ingresé al local comercial que se encuentra bajo la platea principal del pequeño recinto. Había una cantidad de mercadería no menor, pero no exagerada, y una gran cantidad de cajas vacías. Vi toda la mercadería en exposición (no iba a comprar porque salí impulsivamente de la cama del hostel y me había olvidado la billetera) y consulte a la persona que allí estaba los horarios de apertura. Me explicó en un inglés cortado y sin mucha onda que los horarios de apertura eran variables y que dependían del día de la semana, del clima, del nivel de contaminación en la ciudad, de la cotización de la Corona Checa, si llegaba un número par o impar de turistas chinos al aeropuerto de Praga, el conteo de Pandas alrededor del mundo y si se le cantaba los huevos abrir el local. Después pregunté si estaba el estadio abierto para pasar y me dijo que no.  Obviamente el estadio estaba abierto, había unos niños (presumiblemente de las infantiles del club) que terminaban una práctica en el excelente césped del estadio, por lo que pasé a la platea principal por una de las entradas de las esquinas para poder apreciar la particular estructura del estadio. Una cabecera respetable enfrentaba a la cabecera sin tribuna que da a Vrsovická mientras que frente a la platea principal hay otra platea con no mas de tres o cuatro filas de asientos que exponen casi totalmente los edificios que se encuentran detrás. Una vez que volví hacia el pasillo interno de la platea, lo recorrí y encontré un kiosko, una casa de apuestas y el museo del club (obviamente cerrados), pero si las paredes externas del museo del club estaban recubierto por murales de (presumiblemente) viejas glorias y grandes equipos, encabezados por Antonin Panenka, ex delantero y actual presidente del club, lanzado a la eternidad hipster futbolera en forma de un penal picado en la final de la Eurocopa del 76’.

Visitar estadios vacíos, mas aún cuando se trata de vistas a estadios que no poseen ninguna particularidad puntual, es el último recurso para calmar la manija futbolera y mas cuando no hay oportunidad de concurrir en partidos. Pero reflexionando en el tranvía de retorno me había notado familiarizado con el entorno: El estadio pequeño, los pibes chicos, generando el ambiente de club de barrio familiar, pero principalmente por el local debajo de la tribuna, con los escalones de la platea haciendo de techo y pared, el vendedor con poca onda armaron un combo que recordó a mis tiempos cuando este servidor rascaba unos pesos debajo de la platea de la calle Miranda en el Islas Malvinas. Y de pronto me sentí movido al ver como el fútbol podía hacerme sentir como si estuviera a distancia de un bondi de mi casa, pero a mas de 11.000 km. Al fin y al cabo, por eso el fútbol tiene la capacidad de unir a gente independientemente de su circunstancia, por su capacidad de brindar emociones y experiencia similares en cualquier lado.




Para aquellos que siguen lo escrito en la Biblia, el Edén es donde Adán y Eva después de recién creados vivieron hasta que los echaron. Para otros el Edén es el paraíso, un lugar físico o metafísico donde nos sentimos a gusto y encontramos satisfacción a través de prácticas que nos generan sensación de bienestar. En Praga particularmente el Eden está a 1.4 km. del Dolícek, así que después de recorrer la Stare Mesto exhaustivamente y comprar una matrioska de Vélez, fui a tomar el nro. 22, pero en vez de bajar en la parada de Krymská el tranvía siguió por Francouzská hacia Ruská, agarrando Moskevská (Avenida desde la cual pude apreciar por el Dolícek cosa que no había percibido a la ida) y cuando llegó a la estación Koh-I-Noor en la intersección de Moskevská y Vrsovická dobló a la izquierda y en la estación siguiente, apropiadamente llamada Slavia, me bajé y caminé una cuadra volviendo sobre el recorrido del tranvía hasta la calle apropiadamente llamada U Slavie, sobre la que se encuentra el estadio. A una cuadra de la intersección de Vrsovická y U Slavie se pueden apreciar dos centros comerciales. El que está a la mano izquierda, que posee en su exterior un McDonald’s, un bar tipo americano y un Ibis Hotel, portando el 1540 de la calle U Slavie también hace las veces del hogar del Slavia Praha. Si no fuera por una bandera símil estandarte y el local oficial del club, difícilmente pueda asociarse este recinto a un estadio de fútbol. Después de ver que las puertas del estadio estaban invariablemente cerradas, me dirigí a saciar el consumismo futbolero en la tienda del club, que para no desentonar con el entorno estaba ordenado y la extensa amplitud de su superficie estaba cubierta con un generoso rango de productos: La ropa de proveedor de material deportivo de rigor en buena cantidad y surtido, ropa de grupos organizados o alusiva al club y una serie de productos vinculados a la vida cotidiana a las que los cráneos del marketing del club se les ocurrió que podían estamparle el escudo del club, como vasos, sábanas y guantes para hornear. Conseguí una remera de entrenamiento a un precio bajo para los estándares que maneja la industria (No creo al día de hoy que me quedara bien, pero el precio justifica su compra). Efectuada la compra, consulté de alguna posibilidad de ingresar al estadio, lo cual me dijeron que no era posible, porque no lo manejaba el club, por lo que me tuve que conformar con dar una vuelta alrededor del recinto. Sobre U Slavie, pasando los Arcos Dorados, se encontraba una recepción de lo que parecía ser oficinas comerciales que contenía un par de murales con el plantel actual, viejas glorias y logros del club de los cuales tomé fotos solo para pedirle permiso a la atractiva señorita del mostrador y tener una excusa para entablar algún tipo de conversa, operación abortada por el rústico manejo de la lengua inglesa de la chica. Las fotos igual quedaron buenas. Dando la vuelta por Vladivostocká pude apreciar de lejos el considerable predio que posee el club, incluyendo instalaciones techadas y una cancha de hockey sintético, lo que de alguna manera reemplazó mi impresión del club como un emprendimiento comercial por algo un poco mas social y comprometido con el deporte.




De haber podido elegir algún estadio de los localizados en Praga, indudablemente mi elección hubiera sido el remoto Na Julisce, hogar del Dukla Praga, cuya tribuna principal aprovecha la ubicación del estadio sobre una colina y ofrece una vista panorámica de la ciudad. La lejanía, la prioridad de conocer otros aspectos de la ciudad y la falta de certeza respecto de la apertura del mismo, hicieron que no fuera, pero en el viaje camino a Berlín, como despedida de Praga, me quedó en la retina la postal de la platea principal, dominada por su “visera”. ¿Dije Berlín? Ya viene.