sábado, 16 de septiembre de 2017

Europa desde una butaca: Clientelismo

La cita siguiente era exactamente 23 horas después de finalizado el juego en Glasgow y era en Londres (Dos puntos geográficos que uno no calificaría como cercanos exactamente) Después de una experiencia en micro con luces y sombras y de matar un poco el tiempo, fui hacia King’s Cross, tomé la Piccadilly Line para conectar con la Central Line en dirección hacia Epping para llegar a la estación Stratford, a (varios) metros del Estadio Olímpico de Londres, donde desde comienzos de la temporada 2016/17’ el West Ham ejerce su localía, en esta oportunidad ante el Southampton en una espléndida tarde de final de verano londinense, a pesar de todos los preconceptos de una ciudad que se vende como víctima de una perenne capa de espesa niebla.

Dicho estadio se encontraba cuestionado por los hinchas del club granate, primero por no ser todo lo que el viejo Upton Park representaba (cosa que hubiera pasado de todos modos), pero porque también el club encontró una serie de inconvenientes logísticos que no hicieron fácil la transición al nuevo hogar. El primero de ellos lo encontré en la estación de Stratford, Una cinta extendida en dirección a la (única) salida de la estación indicando la dirección hacia donde está el estadio. Después no vi un cartel mas y como desafortunadamente no tomé las precauciones acerca de cómo llegar desde la estación al estadio (ocasionalmente puede llegar a ser un tema) tomé la decisión de despersonalizarme y seguir a la masa bajo la suposición de que lo único interesante para hacer en Stratford un día de partido es ir a la cancha (Funcionó, pero no es así). De todos modos, a pesar de no haber un cartel, si estaba mucha gente de campera fluorescente que vigilaba el camino hacia el parque olímpico hasta que en algún momento el estadio ya se podía divisar con una presentación impactante: Cartelería sobre la estructura del estadio indicando el nombre del club  y gigantografías de jugadores y escudo del club cubriendo las entrañas del estadio. No todo estaba resuelto porque aún no tenía entrada: Había recurrido al mismo método de intermediación que en mi anterior visita a Stuttgart, pero en esta oportunidad no sabía si tenía la entrada y si la tenía, donde retirarla. Basado en mi experiencia busque la que pudiera parecer la entrada principal y esperé instrucciones. El barba me mandó Wi-Fi (El Parque Olímpico en realidad) y al toque llegaron las instrucciones. You gotta believe. Me dieron un sobre con mi entrada.
Homenaje a los laburantes devenidos en clientes

Aparentemente había varios salones ejecutivos, y el que me tocaba era uno llamado “The Londoner Claret”. Me guían hacia allí y una morocha (divina) me da un programa, me explica lo que era bastante obvio (El bar, la entrada, los baños). Tomo asiento en una banqueta de esas altas y me familiarizo con el lugar: Un espacio blanco, luminoso, modernoso, con niños corriendo en camisetas con el número y el apellido de sus padres. Me dirijo al bar, donde ya era obvio que no iba a disfrutar de ese banquete memorable de Stuttgart, pero la sorpresa fue importante: Cobraban todo. Si la mujer de Mark Noble, un tipo que es la personificación de lo que representa el club, quería una botella de agua tenía que pagar, lo que me pareció demencial. Faltaba bastante para el partido, así que no me quedó otra que tomarme una birra mientras leía el programa hasta el arranque del partido. Un gran detalle durante este momento es que entregaron un papel con las formaciones que meses mas tarde me enteré que es el que se le entrega a la prensa.

Cuando fui a ocupar mi butaca, me impactó lo imponente del estadio y cuando me concentré un poquito mas en lo que pasaba alrededor me llamó la atención una disonancia: Mientras el sistema de sonido del estadio escupía “Welcome To The Jungle” de Guns N’ Roses, la pantalla solicitaba a los señores clientes que ocupen sus asientos y no vean el partido parados. Al final la jungla era otra cosa aparentemente.
Pronto al arranque del partido me vi rodeado de familiares de los jugadores y en un dilema. Conseguí las entradas a través del padre de Lanzini y al lado se sentó la madre del exRiver con un hombre. Sabía que estaban divorciados mas no sabía en que términos, con lo que me encontraba en un dilema ¿Me presento y quedo como el culo? ¿Me hago el boludo y quedo como el culo? Uno siempre trata de cultivar el perfil bajo aún a riesgo de quedar como parco o forro, así que elegí ese camino y me dediqué a ver fútbol. No obstante, este momento de (in)decisión no me privó de ver el ingreso al son de Forever Blowing Bubbles, ni de ignorar la presencia delante mío de la mujer de Zaza con su glamour directamente importado de la Vía Montenapoleone.

El arranque del fútbol fue largamente intrascendente en cuanto a la generación de situaciones, pero el nivel técnico y la velocidad e intensidad (e incluso vehemencia en un par de cruces) con la que se jugaba hacían del partido un espectáculo cautivante. El partido estaba bajo ese equilibrio frágil, en el cual si uno de los dos equipos marca inclina la balanza definitivamente a su favor. Los locales venían de un arranque de temporada complejo y salían a ganar, pero a su vez exponían los problemas que venían teniendo específicamente desde el punto de vista táctico por las bandas producto de un 4-2-3-1 demasiado rígido, mientras los visitantes de a poco iban aceitando su esquema táctico: La solidez del imponente Van Dijk en el juego aéreo, las trepadas de Bertrand por la banda izquierda, el manejo del trío central del muy eficiente Romeu, el eléctrico Davis y el intermitente Hojberg y empezando a conectar el trío de ataque con Austin como cabeza de área y Redmond atando las bandas y Tadic jugando por todo el frente de ataque. El desequilibrio en el resultado a los 40 minutos tuvo alguna de estas variantes: Tadic se hamacó por la banda izquierda y contactó a Bertrand que en vez de pasar por afuera tiró una diagonal interna para desbordar a Nordveit (volante central noruego que ocupó el lateral derecho) y llegó hasta el fondo donde encontró a Austin que la puso al segundo palo lejos del alcance de Adríán para el 1-0. West Ham no veía la hora de del entretiempo, porque Southampton en esos 5 minutos se liberó y encima largo al lateral del otro lado Cedric Soares, quien casi pone el 2-0.
En el segundo tiempo salió Lanzini (Ju*n) e ingresó Feghouli, para contener las subidas de Bertrand y darle a Payet mayor libertad para moverse por todo el frente de ataque, pero el cambio de Bilic tuvo efectos secundarios: por un lado el Soton liberó a su otro lateral, Cedric Soares y el West Ham perdió capacidad de desequilibrio por la derecha y presencia a la hora de pelear en el mediocampo, donde el trío de centrocampistas visitante movía la pelota cada vez mas rápido, especialmente con el vértigo de Davis. Precisamente este recuperó una pelota en un lugar complicado para los locales, para poner al trío de ataque en acción Redmond agarró la pelota, encontró a Austin que rápidamente le derivo el balón a Tadic, que mano a mano ante Adrián, se hamacó hacia su derecha vendiéndole al arquero un remate a su palo izquierdo, pero en su lugar dejó correr el balón para abrir el arco en su totalidad y empujar al gol fácilmente. Ciertamente, un gol con toda la categoría que venía mostrando el excelente volante ofensivo serbio. West ham tuvo un momento de zozobra pero luego tuvo diez minutos en los que puso al visitante contra las cuerdas. Los Santos con mas fortuna que pericia pudieron aguantar este tramo hasta que pudieron volver a representar una amenaza desde la contra, ya liderados por el irlandés Long, en unos 10 minutos finales que resultaron ser frenéticos. Ya cuando una parte considerable del público local había dejado sus asientos, Redmond lo dejó solo a Davis para que el norirlandés pudiera conseguir el gol que merecía (al menos desde mi punto de vista), pero su control no fue bueno. Aún así, llegó a tirar un centro atrás que se desvío hacia la presencia del emergente del banco de suplentes Ward-Prowse, que puso el 3-0 que sería definitivo. La despedida del equipo fue acompañada con merecidos abucheos por parte de los clientes hinchas locales que se quedaron hasta el final del partido, porque realmente su equipo mostró muy poco. Mucho mas alegre era el panorama para los sureños, que se quedaron todos a saludar a su equipo que había conseguido los tres puntos de muy buena forma.

Luego, fui a cumplir con lo solicitado por mi hermano del enorme local oficial del club, pensando que así da gusto ser cliente. Respecto a eso, definitivamente el ambiente en el estadio no era el que esperaba de un partido de Premier, un poco por la estructura del estadio, un poco porque el equipo no contagiaba, un poco porque a algunos se les ocurrió que tal vez debía ser así;  pero el producto dentro de la cancha era totalmente lo que esperaba: Un fútbol muy demandante desde lo físico, veloz, áspero, pero también desde lo técnico, donde cualquier imperfección técnica te deja expuesto, donde cada control que sea menos que impecable es una oportunidad para que el rival recupere la pelota y cuyo desarrollo capta la atención todo el tiempo.

Volví pronto a la zona de King’s Cross a tomar una birra, una cena de comida chatarra y ocupar mi habitación en el hostel para volver a tomar una ducha y sentir el descanso que solo te puede brindar una cama después de casi 40 horas consagradas al fútbol. Seis días después volvería tener una cita con la redonda para cancelar una deuda que consideré pendiente con mi pasión muchísimo mas tiempo del que hubiera querido. Para calmar la ansiedad, por suerte la posibilidad de disfrutar todo lo otro que Londres tiene para ofrecer.          





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