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La camiseta que lo empezó todo |
Sin saberlo, el día 1
de Octubre del 2016 para mi había comenzado mas de 18 años antes con un regalo
de cumpleaños en un lugar del centro de Capital Federal que solo se dedicaba a
la venta de artículos relacionados al fútbol. Ante la posibilidad de elegir una
camiseta entre varias, me quedé con una amarilla y negra de la marca alemana
Puma: La contraforma de los detalles negros, el cuello y la parte baja de la
casaca contenían la silueta de la cabeza del lobo que representaba el escudo
del club que a su vez tenía un entramado en amarillo mas claro que formaban mas
escudos del club, con una serie de letras WM en amarillo haciendo de vivos en
la manga. Si la imagen mental les evoca un esperpento, ese era el objetivo de
la descripción. Pero también recuerden que esto era a fines de la década del
90’ y en esa época ese tipo de diseños aún era increíblemente copado,
especialmente donde uno era un preadolescente (mas pre que adolescente)
bastante menos cínico y mucho mas impresionable. Unas letras doradas en el escudo
identificaban a la camiseta como del Wolverhampton Wanderers F.C. Ese momento
marcó el comienzo dos etapas significativas y que aún perduran: La colección de
camisetas de fútbol y el vínculo con Wolverhampton Wanderers. A partir de ahí
el PC Fútbol, Championship/Football Manager, Dial-Up, Banda Ancha, Roja
Directa, algún partido por Fox/ESPN en los años que el equipo se coló en la
Premier fueron la conexión, alguna idea de cómo estaba o al menos saber los
nombres de quien jugaba. Obviamente, con el tiempo se hizo todo mas fácil y el
vínculo mas fuerte, no necesariamente mas profundo pero si mas constante, mas
presente, mas palpable.
Y ahí estaba quien
escribe, parado en el hall central de la estación de Euston, esperando que
anuncien el anden del que saldría el tren que me dejaría en Wolverhampton.
Tenía miedo. No podía abrigarme en la calidez de la teoría de las bajas
expectativas. Había esperado mucho tiempo. Este día no podía ser menos que
perfecto.
Identifiqué dos
hinchas mas de Wolverhampton en el tren, pero éramos minoría: También jugaba
Birmingham City de local, dos estaciones de tren antes de Wolverhampton y eran
mayoría (No debían ser mas de 10 pero eran mayoría). La desventaja numérica en
ese vagón se amplió en Birmingham New Street donde los hinchas Blues se bajaron
para ir al no muy lejano St. Andrews y subieron como 40 hinchas del Aston
Villa, que ese día visitaba Preston. La convivencia duró menos de media hora,
porque la distancia entre Birmingham y Wolverhampton es poca y la única parada intermedia
era la estación de Sandwell y Dudley, también conocida cono la Moreno y
Fabianesi de las estaciones de tren inglesas.
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Stan Cullis Stand |
Y ahí estaba quien
escribe, en la (bastante básica, debo admitir) estación de tren de
Wolverhampton, La primera impresión no era muy alentadora: Voy a recordar
siempre el momento que uno de los hinchas que venía de Euston venía caminando
adelante mío y dijo: “Ah, Wolverhampton, donde siempre brilla el sol”. Clásico
humor inglés, porque llovía a cagarse. Traté de dar alguna vuelta por el centro
de una ciudad que se advertía objeto de una realidad económica mas cruda,
desigual, de lo que había visto en Londres (O de lo que se deja ver) que de
alguna manera me resultó mas familiar, me hizo sentir mas cómodo. La lluvia
ahogó cualquier plan que podía tener de conocer algo de la ciudad, así que me
metí en un trucho centro comercial al final de Dudley St., la principal
peatonal comercial, para almorzar y esperar a que amaine la lluvia. Almorcé,
pero cuando salí, aconteció lo que creía imposible: Llovía mas que antes. Igual
hice de tripas corazón y caminé los diez minutos del centro hacia el estadio.
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El Museo |
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Molineux desde el tunel |
Y ahí estaba quien
escribe, parado debajo de la lluvia, absolutamente cautivado por la imagen de
Molineux, buscando conciencia de donde había llegado después de pasar por la
Catedral de San Pedro y cruzar por el túnel que pasaba por debajo una
autopista. Di la vuelta al estadio, contemplé y saqué fotos a las estatuas de
Stan Cullis y Billy Wright y me metí en la espaciosa tienda comercial del club
para comprar la entrada para acceder al museo del club. Faltaban cuatro horas y
media para el partido y el museo no había abierto, pero el empleado que estaba
allí lo abrió para mi (aparentemente los horarios los días de partido son mas
flexibles). Mientras este empleado me explicaba amablemente todo en el
característico cerrado acento local, la emoción me estaba empezando a ganar y
estaba como estuvieran cortando una cebolla al lado mío. Y ahí estaba quien
escribe, contemplando lo que tenía para ofrecer el museo: una cantidad
importante de objetos de valor como camisetas y otros, un repaso breve pero
sustancioso de cada etapa de la historia del club (incluso de los peores
momentos), pantallas con videos de la mejor época del club entre los 50’ y
mediados de los 70’, una foto de Robert Plant, una sala de videos con la
historia reciente del club y un par de juegos que eran mas para los niños (De
todos me saqué un par de fotos con la lona de las conferencias de prensa). De
ahí el museo da salida hacia la tienda del club a través de la manga de salida
al campo de juego. Me sorprendió la compostura para no regalarme a la
compulsión consumista mas oscura que brotaba de lo mas hondo de mi alma, aunque
de todos modos salí aferrando a una bolsa gigante como si estuviera agarrado al
Santo Grial.

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Pint and Pie |
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Las entrañas de Molineux |

Y ahí estaba quien
escribe, sintiendo como su pequeño mundo mágico, que había construido en 7 u 8
horas, se derrumbaba en 2 minutos: Un centro de Wes Hoolahan, bastante pedorro,
llovido y en diagonal al corazón del área, encontró a Cameron Jerome que
cabeceó al gol, solo, solísimo, desatendido por el capitán Danny Batth a la
altura del punto del penal. Había salido todo perfecto, pero el fútbol siendo
fútbol parecía no querer permitir que sea un día perfecto.
Wolverhampton tenía
que responder: una bocha larga, al cajón, sin destino aparente, mostró que la
presencia de Helder Costa ahí tenía el mismo sentido que la de un argentino que
armó sus vacaciones en torno a ir a ver ese partido que muchos olvidaron
rápidamente. El portugués mostró una velocidad muy superior a la del resto de
la cancha y enganchó hacia el medio donde buscó sin éxito el segundo palo del
arco rival con un remate con efecto. Eventualmente, Norwich demostró que era un
equipo superior, técnica y tácticamente y de no ser por la intervención del
arquero local Carl Ikeme, podría haberse ido con algún gol mas de ventaja al
entretiempo. No había sido un gran partido, como muestra la South Bank le
recordó (con razón) a la parcialidad visitante que ganaban 1-0 y todavía no
habían cantado y que su apoyo era una mierda.
El arranque del
segundo tiempo fue mas de lo mismo, Norwich con control del juego, mientras que
Wolverhampton parecía tener el mandato de jugar un fútbol prolijo, pero de no
tener ni la menor idea de cómo hacerlo. El visiblemente ofuscado Zenga encontró
un revulsivo cuando sacó al inexpresivo, abúlico y exasperante wing portugués
Teixeira y mando a la cancha a Nouha Dicko, favorito de la hinchada, vivado
durante todo el calentamiento y que volvía después de un largo parate por
lesión. De esa manera, el local perdía elaboración, pero ganaba peso ofensivo,
cuestión palpable en el desarrollo del juego: El recién ingresado Dicko tuvo
una chance inmejorable y luego Helder Costa desvío un remate desde el borde del
área. En la primera posibilidad que Norwich tuvo de respirar, le asestó un duro
golpe a Wolves: avanzaron en bloque y el irlandés Robbie Brady sacó un zurdazo
con efecto desde 20 metros que hizo estéril el esfuerzo de Ikeme y de cualquier
otro arquero que hubiera estado ahí. Fue tan distinguido el gol que el termo
que tenía al lado y no paró de cantar un minuto, no pudo hacer otra cosa mas
que aplaudir. Personalmente le deseé lo peor al autor del gol para el resto de
su vida, días después me sentí un poquito culpable de haberle deseado tanto mal.
En fin, con el 2-0 en contra, el visiblemente golpeado conjunto local siguió
yendo solo para comprobar el principio físico de la inercia y en honor al lema
local apareció la luz que surge de la oscuridad: El regular Doherty puso un
lindo centro para la llegada de Edwards, el único de los tres volantes que
consiguió pasarle la pelota a un compañero con cierta regularidad durante los
80 minutos previos, que puso el descuento con un cabezazo inapelable.
El gol revitalizó a la
gente y a los jugadores: se multiplicaron las voces y también los delanteros,
Batth terminó jugando de 9, además del (bastante tardío) ingreso de Mason. De
todos modos, solo tuvo una chance para poder empatarlo y ni siquiera fue tan
clara. Este análisis frío solo lo pude hacer con el beneficio de la
perspectiva: No sabía si de manera inconsciente estaba en un lugar en el que en
el mejor de los casos no volvería inmediatamente y estaba compenetrado con la
experiencia que había vivido durante el día viví ese momento de manera
increíblemente intensa.

Y ahí estaba quien
escribe, entre birra, birra y un montón de ropa húmeda en el último tren a
Londres (había solo una persona de extracción asiática y justamente un hincha
del Norwich, lo que me permitió esparcir toda la ropa mojada que el pudor me
permitiera extender en otros asientos) haciendo el balance de la tarde: Me cague
mojando y el equipo perdió, aunque me sentí cómodo en la ciudad, viviendo una experiencia
auténtica y al menos el equipo prestó un esfuerzo muy honesto en pos de
maquillar defectos futbolísticos muy difíciles de ocultar. En el balance: No
fue el día perfecto que siempre soñe. Pero me di cuenta que tampoco tenía
porque serlo. We are Wolves.
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