lunes, 21 de noviembre de 2011

Familias Futboleros: Los Montero. A Sangre Fría

 
Los protagonistas: Una típica familia uruguaya. El lugar, una coqueta casa en Punta del Este. La situación: Cena de Nochebuena. Así trascurre. Suena el timbre y el patriarca abre la puerta. Flota la tensión en el aire Es su hermano. Se abrazan. Detrás de lo que es un cálido abrazo, una piña va hacia la zona renal de uno, la devolución va hacia la zona de cintura del otro.  Los niños no se abrazan, se insultan, alguno que otro ensaya un piquete de ojos, otros preparan sus alfileres de gancho. Entra una mujer con una bandeja con la ensalada rusa (Que en uruguay debe tener alguno de esos nombres tan pintorescos), que no alcanza a apoyarla en la mesa sin recibir una patada violenta en la parte lateral de la rodilla, justo ahí, donde el menisco impone su función amortiguadora.  Se destapa una Pilsen y surge un agraviante, ácido grito de “Cantegrilero, compra medio y medio” con posterior silbido de la Pilsen retornable (masomeno a tres cuartos de su capacidad) cortando el aire en su vuelo. Hasta que llega la comida, mientras se produce un intercambio violento sobre si la yerba Canarias o si la yerba Sara para llenar un porongo. Uno de los gurises expresa su descontento con el menú y pide chivito. Lo único que logra es recibir un artero codazo que destruye su comedor aún de leche. Sigue la velada, prolífica en fracturas expuestas y chorros de sangre que salen a borbotones. Llegan las 12. Se acerca la hora de la pirotecnia. Y con la gente esta muñida con fuego mejor no seguir…

La escena anterior claramente no responde a la realidad, pero bien podría haber sido una cena de Nochebuena en la casa de los Montero Castillo. El patriarca un tal Julio, uno de los gurises un tal Paolo Ronald. Julio Montero Castillo y Paolo Montero, además de ser padre e hijo, fueron dos de los principales estandartes que mantuvo el fútbol uruguayo post-maracanazo. Ese que hacía de la garra charrúa pegarle de punta y que la vaya a buscar Jaime Roos (?) y un pasaporte a la violencia cuando la mano venía torcida. Además estos dos constituyen una clara excepción a la máxima futbolera padre exitoso – hijo fracasado.

Comencemos con el padre. Julio “El Mudo” Montero Castillo era uno de esos volantes defensivos “cueveros”, de aquellos que no tenían problemas en bajar a la zaga si la situación lo requería. Arrancó su carrera en Liverpool (Pronúnciese Liberpúl, con acento en la u, el del barrio de Belvedere en Montevideo, no confundir con su homónimo inglés), después se hizo grande en Nacional, anduvo por Independiente, por España y cerró su carrera en Nacional. Más allá de esto algunos como Cruyff (2:50 de este video) lo recuerdan por su estilo de juego un tanto áspero, por no decir violento. De hecho, nunca lo ocultó: es el autor de frases como “Adentro de la cancha, mi vieja se pone una camiseta y le pego tambiénAntes te dejaban pegar un poquito más” “Yo me lustraba los tapones” “Yo leía El Gráfico y en Argentina eran todos pesados, después vi que no era ninguno”  o “Yo no hablaba, pegaba. Si me pegaban no decía nada pero después, a la vuelta, a ver si aguantásPor caso, cuenta que P*lé le dijo que por lo menos, le pegara cuando tenía la pelota, o la vez que le pegó una trompada a Morena en un partido homenaje, lo echaron  y le reprochó al juez la expulsión, ya que se trataba de un partido homenaje. Incluso El Bambino Veira cuenta que jugando en Sevilla se cruzó con el Granada de Montero Castillo y Aguirre Suarez (Algo así como una sociedad caníbal amazónica y que incluso diera nombre a una banda de rock indie local) y estos le advirtieron que pasar por su zona era como ir a Vietnam.
Hasta aquí, querido Tito Lecture (?) Ud. pensará que Montero Castillo era un carnicero y que lo queremos hacer pasar por pintoresco. Ni una ni la otra. O ambas dos, porque no. Pero también sus logros hablan por si solos. Jugó dos mundiales, en el 70’ (Con un brillante y desafortunado equipo uruguayo) y en el 74’ (Con un brutal y cínico equipo), ganó una Copa Ámerica y con Nacional ganó una Libertadores y una Intercontinental de la mano de Luis Artime, lo que lo ha convertido en ídolo histórico Bolso.


Pasaron los años y el fútbol uruguayo parecía quedado en el tiempo, solo que la época dorada de los clubes había pasado y los ídolos, antes bolsos o manyas, ahora hacían sus armas en Europa y en Argentina. En ese marco apareció un gurí con apellido ilustre: Paolo Ronald Montero. Contra la historia tricolor de su padre, se erigió como aparición de Peñarol, el eterno rival. Poco jugó allí. En un año ya era jugador de ese particular equipo que es Atalanta (Y que amerita una crónica).  Se afianzó, para llegar a la Juve, donde sería ídolo formando una dupla central  junto al perenne Ciro Ferrara y ganar cinco Scudettos todos ellos comprados una Champions y una Intecontinental.  Igual esos son detalles minúsculos. Como buen hijo e’ tigre, Montero pasará a la posteridad por ser el jugador con la mayor cantidad de explusiones en la historia de la Serie A con nada menos que 17, en una liga que probablemente sea de las más ásperas y friccionadas de Europa. Para el recuerdo, una de sus últimas murras a Totti en la tierra con forma de bota. Una vez que consideró que no le daba más el cuero para vestir la maglietta de la Vecchia Signora, recaló en San Lorenzo de la mano de Tinelli junto a José Saturnino Cardozo. Este humilde servidor recuerda una bruta patada a Castroman en su presentación, pero lo suyo le dio vergüenza hasta a él, porque terminó devolviendo guita por todo el tiempo que pasó lesionado en el club del supermercado que se llama de Almagro, tiene su cancha en Bajo Flores y su gente se autorreferencia con Boedo. Se retiró como baluarte de Peñarol, ganando un título. Su paso por la selección fue menos fructífero, siempre referente, pero jugó solo el mundial 2002, quedando fuera gracias al memorable yerro del empresariode la noche “Chengue” Morales. Se retiró de la celeste cuando Uruguay perdió el repechaje con Australia para Alemania 2006.

El mito de la garra charrúa (aunque el hijo piense que tal etiqueta no existe) se mantuvo en parte por padre e hijo. Dos carreras ilustres, llenas de logros y a su vez distorsionadas por el carácter violento de su juego. No importa. Valga la reseña para estos dos. Si en el futuro, ud. pasa por Tenfield y ve una suela incrustándose en un torax, mientras el relator espeta un breve “Montero”, ya sabe: La Dinastía continúa

lunes, 7 de noviembre de 2011

Rata de Laboratorio

Sé que definitivamente duro el epíteto. Incluso el que lee por primera vez debe tener claro que desde este humilde espacio se defiende la postura encasillada en el Bilardismo sin caer en el Bidonismo. Mas si estamos hablando de uno de aquellos hombres  que han dejado una huella imborrable en la historia del fútbol. Muchos enfermos menottistas enarbolarán banderas del fútbol que le gusta a la gente, de “hacer la nuestra” y que todo lo que no se encuadre dentro de los dos antes mencionados ítems es “chamuyo”, por lo que probablemente si ud. estimado lector, se encuentra dentro del antes mencionado grupo, leerá cosas que herirán su sensibilidad. En pocos casos se nota tanto la influencia del historial personal de un individuo 

Valeriy Vasylyovych Lobanovskyi o en ucraniano Валерій Васильович Лобановський nació en Kiev, Ucrania (en aquel entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) en un único e irrepetible (?) 6 de enero de 1939. Esto, desde un punto de vista histórico implica que creció en la era de la posguerra donde patear algo similar a una forma esférica podía llegar a ser algo similar a un rato de diversión. Esta situación lo llevó a interesarse en el fútbol. Como en la mayoría de estas historias, los viejos se pusieron un poco la gorra y no tenían muchas ganas de que el pibe se dedicara al fulbo. Como vieron que la cosa venía difícil de torcer, solo le dijeron que al igual que  en la vida, al fútbol se juega con la cabeza, no con los pies. Con esto en mente, terminó la secundaria con honores y se metió al Politécnico de Kiev mientras todavía persegía lo que le dictaba su deseo de jugar al fútbol, algo poco común, porque, mi querido lecteur, como lo llamaría a ud. Elio Rossi si él estuviera escribiendo esto (?), el estereotipo del jugador cabeza de tacho (y sus honrosas excepciones) se cumple en cualquier lugar del mundo y en cualquier momento de la historia.  Hasta que un día (uno cercano al final de la década del 50’) lo llamaron para jugar en el Dinamo de Kiev y largó los estudios a la mierda. Pero ese paso, lo marcaría para siempre.

Ya establecido como jugador Lobanovsky se destacó como figura en un equipo que formó la base de la URSS campeona de la Eurocopa de 1961. Parafraseando a Cl*rín, dicen que no era un fenómeno, prueba de ello es que jugó solo dos partidos a nivel internacional (lo que no es despreciable igualmente). Pero era un wing izquierdo muy hábil con la pelota al pie y armaba una gran dupla con el centro delantero Oleh “Coco” Bazilevich, quien sacó gran provecho de una pegada en pelota quieta y en movimiento, admirada desde Moscú a Bakú pasando por Tbilisi y donde carajo se les ocurra, que nuestro héroe de turno pulió practicando sistemáticamente y utilizando sus conocimientos en la ciencia predilecta de Paenza  (?). La pulió a tal punto que fue el primero (y sospecho que el único) por esos pagos que se cansó de hacer goles olímpicos, pegándole llovido y con mucho rosca de modo que cayera exactamente detrás del arquero y dentro del arco.  Ese Dynamo Kyiv (campeón soviético de Liga y Copa) era dirigido por un tal Maslov, cuya influencia en el pensamiento Lobanovskyiano fue enorme y que examinaremos después, pero que no se llevaba bien con el zurdito, porque este no entendía porque carajo lo mandó a jugar en la novedosa posición de volante izquierdo. Después de dos pasos breves por Chernomorets y Shakhtar Donetsk, Lobanovsky se hinchó los huevos y se retiró como jugador a la edad de 29 años. Pocos entendieron en su momento la decisión, todos en Ucrania después lo agradecieron.

Corran putos!
Sabía él que su vocación era entrenar. Sabía cómo lo tenía que hacer, que conocimientos tenía que aplicar, hacia donde se dirigía el fútbol como juego… aunque flaqueó en un momento, porque no lo llamaban para dirigir y casi manda todo a la mierda para dedicarse a ser… plomero. Lo llamaron del segundo escalafón del fútbol soviético, un club llamado Dnipro Dnipropetrovsk, modesto en aspiraciones, pero rico en consonantes (?). Ante Garmaz el atento seguimiento de un joven Altamira (?) lo ascendió a la división de honor soviet, y allá se acordaron de ese zurdito que le pegaba como ninguno y lo llamaron para dirigir el Dynamo de Kiev, equipo donde descolló. Para resumir, mal no le fue: en su primer paso del 74’ al 90’ ganó 8 ediciones de la muy exigente liga soviética, 6 copas soviéticas y dos de la ya extinta Copa de Ganadores de Copa, siendo el primer y único equipo de la URSS en imponerse en el plano continental. De hecho, recién 20 años después, un equipo de la ya ex URSS, pudo imponerse en la silueta del CSKA en la copa UEFA. Mientrás guío a la selección, logrando un bronce olímpico en el 76’, haciendo agua en el 82’, siendo bombeado en la Euro del 84’, se las ingenio para armar un gran equipo que fuera clara y nuevamente bombeado en el 86’ y que dos años después llegara a la final de la Eurocopa, solo para caer ante uno de los goles más icónicos de la historia deeste juego. En el 90’ la Perestroika mandó todo a la mierda y la URSS quedó última en el grupo que integrara la Argentina. Lobanovskiy aprovechó y se fue a la cálida Dubai, a robar dirigir la selección de los Emiratos Árabes Unidos tres años y posteriormente tres años en Kuwait. Para ese entonces todos pensaban que Lobanovskiy ya estaba de vuelta. Su camino se encontró con el de un decadente Dynamo Kyiv, su amor de toda la vida, lugar donde paradójicamente la dejó.  De un equipo de mitad de tabla en la emergente liga ucraniana y echado por soborno de competencia internacional,  terminó dando vuelta la taba y ganando cinco ligas al hilo y armando un memorable equipo que llegara alas semis de Champions liderado por un pibe que jugaba un poco. En el medio volvió a la selección, pero le fue y lo echaron.

Hasta aquí, lo que se tipeó antes no es más que una breve reseña de alguien que tuvo una historia particular, fue un excelente jugador y se destacó como entrenador. Lo verdaderamente destacable es que los métodos del ucraniano fueron muy adelantados para su tiempo, e incluso muchos no han llegado a este país, hasta que Ramón Díaz puso a su hijo como especialista en informática (?). Igualmente lo anterior sirve para entender porque Lobanovskiy terminó siendo el entrenador que fue.
Básicamente, para Lobanovskiy, el fútbol era un sistema de 22 elementos donde chocaban dos subsistemas de 11 elementos dentro de un área determinada (la cancha) y sujeto determinadas leyes (el reglamento), donde se terminaba imponiendo el subsistema que fuera más fuerte. Pero este análisis estaba sujeto al hecho de que lo que determinaba la fortaleza de ese subsistema, no era la calidad de sus componentes, sino que era la forma en la que actuaban entre si esos componentes. Lisa y llanamente, ganaba el que mejor funcionaba como equipo, no aquel que tuviera mejores jugadores, lo que dicho hoy será una obviedad para algunos, tal vez en esos tiempos no lo fuera. A la luz de lo antes expuesto, hay que ser siome para no darse cuenta de la influencia que la ciencia (y su pasado en ella) tendría sobre su carrera. A tal punto pidió una computadora apenas asumió en Dynamo Kiev (hay que acordarse de que eso fue en el 74’ y en esa época en la URSS era más fácil encontrar un Mc Donalds que una PC) donde recopilaba información sobre sus jugadores y los del rival, estadísticas (como pases mal dados, distancia recorrida, esquemas que mostraban donde se movían los jugadores), planes de entrenamiento, la fafafa dietas para los jugadores, fragmentando para analizar cada componente del juego en su máximo detalle y todo aquello que escapa al ojo del hincha futbolero, pero que en el día de hoy se tienen en cuenta de manera obsesiva de modo de no dejar nada librado al azar.
Asimismo el trabajo de campo y como se reflejaba los domingos, es lo que dio fama al tacticista ucranio a cada partido que sus equipos jugaban. En primer lugar, él esperaba que sus jugadores se adapataran a cualquier situación del juego, es decir que los defensores puedan atacar y los atacantes puedan defender  ¿Recuerdan a Maslov, ese con el que se peleó y se fue del Dynamo como jugador?  Bueno, de él tomo el concepto de presionar bien arriba y de allí los atacantes empezaban a defender y los laterales solían subir al ataque, algo que solo era común en Brasil. Desde esa base, empezaba a acercar su idea al fútbol total bajo el precepto de desarrollar nuevas variantes que no permitan al oponente a adaptarse a su estilo y atacando de manera en las que el rival no esté acostumbrado y eso lo fuerce a cometer errores.  A diferencia del 4-3-3 o incluso 4-2-4, que eran moneda corriente Lobanovskiy implementó un 4-1-3-2, que le permitía achicar espacios hacia adelante presionando o achicar espacios para atrás y saliendo de contra como le ganó al At. Madrid en la final de la Copa Ganadores de Copa del 86’ y que perduró en el tiempo. Más allá de dibujos tácticos, lo que le importaba a Lobanovsky era que sus equipos jugaran a la mayor velocidad posible con una precisión exacta a la hora de pasar la pelota como se veía en el link anterior. Para esto implementó el término de “velocidad colectiva” e incluso a sus jugadores los hacía jugar partidos de fútbol 5 con los ojos vendados a tal fin, además de controlar el aspecto físico como ninguno, dando atención a la recuperación post partido, cosa jamás vista hasta entonces.
Uno ha de suponer de jugar bajo su mando debió ser insoportable incluso, mas que SImeone dado sus métodos de entrenamientos rigurosos, la intromisión en la dieta de los jugadores y esas cosas. Pero Lobanovskiy era considerado por sus dirigidos algo mas que solo un gran entrenador. Cito directamente sus palabras:”No solo tomo en cuenta el aspecto deportivo. Estoy igualmente inspirado por las ideas científicas que me permiten establecer métodos de entrenamiento tanto como por las ideas filosóficas que me permiten organizar el grupo de hombrse que manejo” Además se permitía licencias ideológicas en algunos casos: Si había jugadores al menos del 100% en cualquier aspecto, no jugaban, salvo excepciones como Belanov o Zavarov, de quienes Lobanoskiy consideraba que tenían un talento y entendimiento del juego superior al resto. Además, abundan casos de jugadores que brillaron bajo su mando y que después terminaron haciendo menos de lo esperado o directamente muy mal. Un tal Alexei Mikhailichenko, que para Lobanovskiy era el paradigma del jugador completo, fracasó asquerosamente en Escocia, Rebrov fracasó totalmente en Inglaterra teniendo grandes pergaminos junta a Shevchenko, Belanov era un gran valor (mejor jugador europeo en 1986), pero después de la Perestroika, se fue del ala protectora de Lobanovskiy y terminó preso en Alemania por robar, porque como jugador fracasó y se quedó sin un mango, Zavarov iba a la Juve a reemplazar a Platini, pero fracasó y terminó tratado por depresión y así podemos seguir bocha. Incluso Shevchenko y Kaladze que hicieron grandes carreras sin él, le dicen a quien le interese y a quien no también lo influyente que fue para ellos, a tal punto que Sheva dejó en la tumba de Lobanovskiy la medalla de la Champions que ganara con el Milan como tributo.

Monumento a Lobanovskiy
El estadio Valeriy Lobanovskiy
La vida de Lobanovskiy entró en tiempo de descuento en el mismo lugar en el cual el ucraniano trascendió: el banco de suplentes. Su salud venía deteriorada, pero el infarto que sufrió durante el Dynamo Kiev - FC Metalurh Zaporizhzhya (otro club modesto, pero rico en consonantes) lo condenó a dejar este mundo seis días después. llovieron homenajes en su memeoria: el antes mencionado de Shevchenko, un minuto de silencio en la final de Champions dos días posterior a su deceso y en Dynamo Kiev querido (?) le hicieron un monumento y bautizaron al estadio con su nombre. Tributo mericdo a un pionero del fútbol de hoy. A quien le pese el fútbol de hoy.