miércoles, 5 de octubre de 2011

Cae piedra sin llover

A Silvio se le caerá la baba, pero Uooooca no gana mas nada
Que el deporte esté ligado a la política no es novedad para nadie. Ha sido la norma a lo largo del siglo XX. En su condición como deporte mas popular del globo, el fútbol (que es básicamente de lo que se habla aquí) no iba a ser la norma. Mi memoria rápidamente remite  a la selección Italiana del 34 y su obligación de triunfar para “glorificar” el régimen de Mussolini como primer antecedente (N. de R. Al momento de redactar esto la corpo me dejó sin Internet). Hoy, tal vez sean mas los casos o son mas conocidos al menos durante el público, donde gente salta del ámbito empresarial para ganar popularidad en el ámbito político y utiliza al fútbol como puente para darse a conocer públicamente de manera exitosa. Berlusconi con el Milan, Macri en Boca, lo ha intentado Laporta después del Barcelona y la lista sigue con ejemplos de esto. También se pueden encontrar aquellos magnates que además de insertos en la política mejoran su imagen de la mano del crecimiento de los equipos que adquieren: La utilización del Terek y el Anzhi en Rusia como elemento pacificador en las conflictivas regiones de Chechenia y Daguestán respectivamente o el bicampeón africano TP Mazembe en el Congo.

Si uno mira hacia el oeste encontrará la cordillera de los Andes. Si se asoma por sobre la Cordillera podrá verse el Océano Pacífico. Entre la Cordillera y El océano, querido lector, encontrará un pasillo. Ese pasillo se llama Chile (?). Siguiendo en la línea antes señalada, Chile ha tenido una historia vinculada con la política. Pinochet, a finales de la década de los 70’, se vio ante la necesidad de generar una identidad nacional a lo largo del país porque hacerlo a lo ancho le era muy fácil a fines de poder unificar al país, descentralizar y de paso, ofrecer circo al pueblo. De ahí surgieron equipos al norte como Deportes Arica, Antofagasta, Deportes Iquique, en los pueblos mineros Cobreloa y Cobresal y al sur equipos como Puerto Montt, o Provincial Osorno, equipos de mierda que eventualmente no dejarían huella en la historia del fútbol chileno (a excepción de Cobreloa), pero todavía compiten.

Un tipo de convicciones y lealtad a los colores
No sería la última intervención de la política en el fútbol.  El actual presidente chileno, que a partir de ahora denominaremos Piñedra por temor a sufrir fallecimientos de celebridades, terremotos, mineros atrapados y caídas de satélites tiene un largo recorrido en el fútbol. Siempre de la mano de la conveniencia y el oportunismo, claro está. Inició su carrera política, aspirando al cargo de Senador, en eje portuario trasandino de Viña del Mar – Valparaíso. Y a pesar de que ya tenía un perfil muy alto por su carrera como empresario/tránsfuga, entendió que el fútbol era una gran carta de presentación ante la sociedad, porque como bien dijo Maradó “Yo le saco una ventaja a los políticos. Ellos son públicos, yo soy popular” Piñedra empezó frecuentar el estadio de Playa Ancha, donde hacía de local uno de los equipos de la zona y de los mas antiguos de Chile, El Santiago Wanderers (Casualmente, equipo de las simpatías de Pinoshé) Se asoció al club y frecuentaba las transmisiones partidarias para comentar el desarrollo del cuadro Caturro. Así se hizo popular, a pesar de un detalle: era monja hincha de la Universidad Católica. Así llegó a senador y presentó un proyecto de ley que para la derecha política chilena, escondía una segunda intención: La privatización de los clubes de fútbol para no solo acrecentar esa tendencia propia del neoliberalismo, de ampliar la influencia privada/empresarial a todo ámbito público (cosa que explicará mejor alguien más versado en la materia) sino obtener una plataforma para lanzarse a la presidencia de Chile. La ley salió (con apoyo amplio en el campo político), la mesa estaba servida. De pronto, exitosos aunque oscuros garcas empresarios, operadores de la derecha política en Chile tomaron notoriedad gracias al fútbol, creando sociedades anónimas que tomaron por asalto a los tres clubes predominantes del fútbol chileno (Colo Colo, U de Chile y U Católica) y otros no tan grandes, pero representativos como Everton, O’Higgins o Santiago Wanderers, aprovechando la ley que ellos impulsaron para su propio provecho.
Siendo el protagonista confeso hincha de la Católica, todos imaginaban o esperaban que invirtiera su dinero en Cruzados SA, la gerenciadora de ese equipo. O que al menos, se retrotraiga a los comienzos del nuevo milenio y le tirara un hueso a Santiago Wanderers. Ni una ni la otra. Como el plan maestro contemplaba como objetivo superior, fue a por el equipo mas popular y contra de su ¿Querida? U Católica. El Colo-Colo. Simplemente el plan funcionó a la perfección. La unión de billeteras hizo la fuerza y un Alicaído Colo levantó cabeza para la alegría de las zorras peruanas y bolivianas de toda su gente de Arica a Magallanes. En el medio hubo decisiones buenas, cuestionables, incomprensibles y decisiones de mierda, pero ya no hubo quien detuviera a Piñedra.

Antes que nada, estas son denuncias que ya fueran hechas y que igualmente no han sido debidamente chequeadas. El formato de tocuen (tocuen es cuento) no es casual, pero sirve para pensar. Hoy por hoy en Argentina, la intervención de la política en el fútbol sea tal vez tan directa y evidente, estando el Estado como el paga el circo y uno de los tipos mas pesados del mundo del fútbol como  Grondona casi como empleado del gobierno.  Pero nadie puede echar culpas por esto. A tal punto será que Berlusconi como presidente jamás se desprendió del Milan, Macri no alejó su influencia de Boca y Piñedra se pasó por el culo lo que chamuyó faltó a su promesa pre-electoral de vender todas sus propiedades, quedándose solo con sus acciones de ByN, SA propietaria del Colo-Colo y así se puede seguir.  Por ahí el día de mañana los propietarios de los clubes no serán los socios ni los hinchas y solo habrá dos grupos: Aspirantes a políticos y Árabes petroleros (?)

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