lunes, 5 de mayo de 2014

Paseando por Colombia: Rencor



Remera de Candelo para la dama
No sabíamos si íbamos a llegar a ir. Nuestra voluntad estaba, pero la información era cuanto menos contradictoria. Algunos decían Sábado, otros Domingo. Finalmente fue Sábado y pudimos ir. Hablo del Nemesio Camacho Díez a.k.a. “El Campín de Bogotá”. Los preparativos comenzaron el día anterior, un día no sin pocas eventualidades. Nos dirigimos a un inmenso centro comercial local a una tienda oficial de Millonarios que era el lugar mas cercano donde se podía efectuar la compra del “tiquete” para el partido de los azules contra Patriotas de Boyacá, equipo cuyo mayor mérito fue haber ascendido en una promoción con el América de Cali. En retrospectiva, el hecho de que se vendieran prendas femenina con la cara del ex Vélez Mayer Candelo, debió hacernos suponer que el espéctaculo al que asistiríamos podía venir un poco flojo de calidad. Después procedimos a seguir con nuestro paseo de compras entre descuentos, descuentos mas brutos y no descuentos, para dar paso a la RUMBA nocturna pletórica de fieles representantes del hermosísimo universo femenino local.
La previa a la nocturnidad merece un párrafo aparte ya que encontramos un cabeza de termo futbolero alemán. Un tipo que va a la irreductible, picante y remota Isla Maciel para ver que onda con un partido de Telmo en vez de quedarse con la comodidad del imponente CommerzBank Arena de su Eintracht Frankfurt querido no merece menos que otro calificativo. Asimismo también visitó otros lugares donde la integridad física es lo último que te garantizan como un Banfield-Lanús,  Chaca y Platense entre otros lugares de Sudamérica.  Además contó como se enganchó con el lado folklórico/termocéfalo del fútbol y no podía creer que la penosa melodía de Scorpions (Banda que me gusta a pesar de ese tema) intitulada “Wind of Change” llegó a los cancioneros de las hinchadas argentinas.

Después de atar cabos entre la historia prehispánica y la narcoactualidad de Colombia y de finalmente comprender como carajo funcionaban los taxímetros en Bogotá gracias a uno de los antes mencionados exponentes, llegaba la experiencia futbolera en carne propia. La posta, la que tiene mas sentido, porque si bien las otras tenían vinculación al juego, no hay nada como ir a la cancha.
No sabía que esperar puntualmente de toda la experiencia. Sabido es que una de las grandes exportaciones culturales de la Argentina para toda la Sudamérica hispanoparlante es la cultura de cancha y del aguante, con lo bueno y con lo malo que esto tiene. Lo que había un poco mas de certeza era que iba a encontrar un inmueble en buenas condiciones ( La última remodelación databa de la previa para el mundial Sub-20 del 2011) y que lo que iba a ver dentro de la cancha no estaba en tan buenas condiciones: Como ya se había dicho en el párrafo anterior, la manija de Millonarios era Mayer Candelo y el preconcepto del jugador que fracasó en Vélez porque era gustoso de la joda no iba a cambiar por unas vacaciones.
Los Comandos Azules con el cantante de Mala Fama (?)
Una vez allí, estaba el Nemesio Camacho Díez. Realmente no se advertía un estadio imponente, al menos desde afuera. La cuestión es que ya desde el acceso se podía prever que la concurrencia iba a ser importante y el marco aceptable. Nos dirigimos hacia el acceso que correspondía a nuestra platea cruzándonos en el medio al puñado de hinchas visitantes que recorrieron los 130 km. que separan Bogotá de Boyacá y lo que vino después no fue muy diferente de lo que puede ser cualquier cancha argentina: entrada en la mano, doble control de la misma y doble cacheo. Pero una vez adentro, quedamos gratamente sorprendidos, la boca de acceso que nos tocó en suerte, nos depositó en un lugar a centímetros del césped dando la sensación de que en vez de ingresar a la platea, entrás directamente al campo, como si fuera un recital. A falta de poco menos de una hora para el comienzo del partido tuvimos tiempo para  buscar la mejor ubicación posible y para apreciar la peculiar arquitectura del estadio, con tribunas de escasa inclinación (por eso no parecía tan imponente pero de importante capacidad) y compuesto por dos anillos o bandejas superpuestas, pero en una mitad del estadio la anillo superior es mas amplio que el inferior y en la otra mitad del estadio es simétricamente al revés, con la estructura cambiando en la mitad de las tribunas cabeceras. Cuando ya tuvimos tiempo de hacer todo esto, delante nuestro los jugadores del máximo ganador de campeonatos en la historia de Colombia salieron a hacer movimientos precompetitivos donde ovacionaron a todos y a cada uno de sus jugadores y me enteré que Fabián Vargas, no solo seguía jugando al fútbol, sino que lo hacía en el popular equipo capitalino.
Terminados estos movimientos y con un marco mas que decente, los jugadores volvieron a los vestuarios y salieron cambiados para jugar, pero antes fuimos testigos de un acto de regionalismo violento, no por las formas, sino por lo intenso. Antes del saludo FIFA, primero sonó el himno colombiano acompañado de un silencio respetuoso, seguido del himno de Bogotá. Nos miramos entre los tres mientras unos 30.000 santafereños (pero no de Independiente Santa Fe) cantaban enajenados a los gritos y hacían un gesto similar al saludo fascista, pero con el pulgar y el índice formando un círculo y los tres dedos restantes apuntando hacia delante. Algo así como el gestito de idea de Balá pero nazi. Al toque empezaron a cantar que no son provincianos, lo cual reforzó nuestra sorpresa (porque no habíamos tenido indicios concretos de ese unitarismo cafetero) y nuestra idea de que había un tufillo facho en el aire.

Cuando la pelota empezó a rodar, mis sospechas sobre el espectáculo en general se fueron confirmando. Fuera del campo sonaban las mismas canciones que en Argentina, solo que el ritmo y el tiempo era levemente deformado, sumado al hecho de que hubiera dos barras en cada cabecera cantando canciones distintas, tampoco generaba un clima coherente (Una de ellas contaba con la ilustre presencia del cantante de Mala Fama). Dentro del campo no había mucho para disfrutar tampoco: se practicaba un fútbol cansino, sin pressing al rival, que permitía al que tuviera la pelota, tres o hasta cuatro tiempos para controlar y buscar a un compañero. En cuanto al equipo local, un esquema totalmente desequilibrado con jugadores incómodos en su roles, sufría ante un equipo boyacense que tenía absolutamente todas las limitaciones técnicas que un equipo de fútbol puede tener. A tal punto que cuando el lateral derecho pasó al ataque para volver necesitó un GPS porque no sabía donde estaba. La cuestión es que después de 20 minutos (y fueron tantos porque había uno atrás que gritaba los goles antes) el partido perdió sentido: Mayer Candelo mandó a la red una bocha que quedó boyando después de un tiro de esquina. Después de un breve grito de descarga se dio un festejo muy particular: un canto escasamente imaginativo y monocorde que decía “gol, gol, gol, gol, gol” 
A partir de ese momento si los muchachos de Patriotas tenían la posibilidad, daban el partido terminado ahí, porque la verdad que no tenían ni un elemento para meterse en partido de vuelta, aún con el esquema de Millonarios que lo dejaba expuesto a un riesgo innecesario incluso ante un equipo absolutamente inofensivo.  Quedamos con tiempo para diseccionar a Millonarios con un par de buenos valores y otros no tanto, como el número 4 de movimientos ampulosamente rústicos, ver como “El Vengador” Delgado cruzó toda la cancha para tomar un tiro libre y como Dayro Moreno firmaba un hat trick mostrando un amplio repertorio: un viril remate cruzado, un oportunista canillazo a centímetros del arco y un delicioso y sútil toque por sobre la impotente humanidad del arquero boyacense.


Se me pegó una canción por ritmo y por letra que decía: Jamás, Jamás, he dejado de ser tuyo, lo digo con orgullo: Del Millo y nada mas. No me hice hincha de los azules y la canción me da muy gallina pero jamás,  jamás pasará al olvido la visita al Campín. Aunque sea que se recuerde como la tarde que fui el único cabeza de termo entre mas de treinta mil tipos que no aplaudió a Mayer Candelo.  

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