domingo, 6 de enero de 2013

Zambia 1993-2012: Mismo lugar, el morbo y la gloria


Hoy por hoy, con toda la explosión mediática a lo largo del globo, cuando uno sabe de historias como la que siguen a continuación, uno no sabe si realmente se apela a la fibra íntima del televidente, a algún sentimiento que se concientiza en el colectivo o simplemente al morbo, que hoy por hoy, vende mucho y no solo porque es lo único que nos ofrecen. Parece hace mucho tiempo y la vorágine de la vida misma y del calendario futbolero nos hace olvidar que solo hace un año, se cerró felizmente una historia, un círculo, que tardó mucho tiempo en cerrar y a un costo muy alto en lo humano. A su vez, la reseña de su versión anterior sirve como para palpitar ese maravilooso torneo por venir que es la Copa Africana de Naciones por venir, mas precisamente el mes que viene.

Corría el año 1993 y el fútbol africano finalmente empezaba a asomar en el plano global. Algunos de sus jugadores eran nombres relativamente conocidos en el plano europeo y Camerún en 1990 ya había dado un zarpazo en Italia. Otro que lideraba esta New Wave of African Football (?) era Zambia, los Chipolopolo, (putos balas cobrizas) quienes en los Juegos Olímpicos de Seul en 1988 jugaron con los documentos truchados, tenían mas de 30 derrotaron 4-0 nada menos que a un equipo italiano que tenía algún que otro nombre interesante. El núcleo de este equipo ilusionaba a toda una nación, ya que el sueño de llegar al mundial de USA estaba latente.
 Pero el pellizco del destino para despertar a toda una nación fue cruel, muy cruel. El avión que llevaba a 18 jugadores zambianos al partido que el equipo jugaba en Dakar, Senegal, tuvo un desperfecto técnico que el piloto ignoró. El avión partió del aeropuerto de Libreville, Gabón tras una parada técnica. Tras un breve recorrido, el avión de la Fuerza Aérea de Zambia se estrelló en el mar, acabando con la vida de todos los que estaban allí incluyendo al arquero ex-Bicho Chabala. Golpe duro para la Nación en general  y para el equipo. Y a partir de ahí arrancaron todas las boludeces chauvinistas que pueden pasar tras estos episodios. Sumado a que un referí de Gabón perjudicó a Zambia en esas mismas eliminatorias, las autoridades de Gabón casi ni investigaron porque de Zambia no les pagaban nada, la gente de Gabón quejándose de porque  las instalaciones en la morgue eran exclusivas para los jugadores de Zambia y no para los nativos muertos, en Zambia se empezó a usar la palabra Gabón como sinónimo de “Mala Leche”…
 Mientras, para algunos la vida debía seguir, particularmente para su estrella capitán y talismán Kalusha Bwalya, corrió mejor suerte ya que al jugar en Holanda, por disposición de su club no viajaba junto a sus compañeros. A pesar de haberse jurado llevar a Zambia al mundial igual en honor a sus compañeros caídos, Zambia capituló ante una gran generación de jugadores marroquíes y así perdió  la chance de viajar a disputar el mundial a la tierra del consumismo y la obesidad mórbida (?), mientras que en el plano continental, meses después, jugó un gran fútbol, sorprendiendo al mundo, pero perdió en la final ante otra potencia africana emergente: Nigeria.
Bwalya jugó para Zambia hasta casi los 40 años. Pero su sueño de alcanzar una copa del mundo para su querida Zambia y honrar así a sus compañeros fallecidos estaba cada vez mas lejos.  Armó un plan y asumió la dirección técnica de la selección y en 2008 llegó a presidente de la federación de futbol de su país. Participó en tres Copas Africanas quedando afuera en primera ronda en las primeras dos y llegó a cuartos de final en la restante.

Llegó la Copa Africana de Naciones del 2012. No llegó en buen momento para Zambia. Sin entrenador, casi sin jugadores de renombre, Bwalya optó por un plan un tanto arriesgado: Juntó a los jugadores mas prometedores y juveniles del medio local para sumar a los experimentados que jugaban a lo largo del continente y trajo de vuelta a un técnico cuestionado en ese país: el francés Herve Renard: Una especie de Luisito Zubeldía (?) cabulero de las camisas ajustadas, pero férreo en el manejo de grupo y notable tacticista, un trotamundos del fútbol, que dirigió muchos equipos de mierda e incluso una empresa de recolección de basura pero cerró porque tenía quilombo con los afiliados a Moyano. Para agravar el clima se lesionó la mitad de los jugadores que tenía jugando en Europa: Jacob Mulenga, hombre del Utrecht holandés. Solo con experiencia europea quedaba el juvenil Mayuka, en el futbol suizo. Pero apostaron a que la unión de grupo, su conocimiento y su mística los llevaría lejos. Y además el lugar donde era la cita representa eso que nutren los sueños mas locos. La CAN era en Guinea Ecuatorial y en Gabón. Gabón, ese lugar donde Zambia dejó su mejor generación de futbolistas y no la recuperó jamás. Con un pequeño detalle, saliera como saliera, con cualquier combinación de resultados a Gabón solo llegaría clasificando para jugar el partido final. Como con Grecia y Dinamarca en Europa, Iraq en Asia, los Chipolopolo escribirían una epopeya.

El debut era con Senegal, en Bata, Guinea Ecuatorial. Senegal venía para ganar la copa, con una delantera temible, pero Zambia marcó el comienzo de lo que sería el torneo para ambos, Zambia con el experimentado Katongo,  el hábil Kalaba y el potente Mayuka arriba y una defensa rocosa abajo, paró a un Senegal que empezaba a ensayar una frustración. Luego, el mismo estadio vio a Libia (con alta carga emocional también tras jugar por primera vez sin la dictadura de Gadafi detrás suyo)  y empató en dos goles tras ir dos veces abajo con tantos de Katongo y Mayuka. Para cerrar el grupo jugaba con el local Guinea Ecuatorial en Malabo. Si Zambia ganaba, ganaba su grupo y evitaba a Costa de Marfil. Si empataban el rival era Costa de Marfil y si perdían la eliminación podía ser una posibilidad. Katongo con su gol desterró todas las dudas y Zambia se aseguró quedarse en Bata (muy de entrecasa) para jugar los cuartos ante Sudán. De a poco dejaban de llamar la atención por ser ese equipo que se formaba raro para la foto
Ante la concurrencia de 200 personas Zambia ganó tres tantos a cero y seguía el sueño latente. En el mismo estadio, el rival era un grande del continente: Ghana. Había mucho en juego. Zambia estaba a un partido de cumplir el sueño de toda una nación de volver a Gabón. Pero también Renard se jugaba una parada personal. Había sido preparador físico de Claude LeRoy en Ghana y algunos se lo recordaron despectivamente: Hinchas, periodistas y jugadores ghaneses. Un penal de entrada atajado a Gyan, presuponía un horizonte bravo para Zambia que iba bien de punto.  Pero de a poco fue nivelando y emparejando el partido de acuerdo al plan de Renard y ahí el estratego dio la estocada final. Se lo había guardado a Mayuka para el momento final del partido y ahí el fenomenal jugador juvenil dio el pasaje al partido que Zambia esperó mas de 18 años con un golazo.

Había llegado el gran momento. No era la final, no era la hora del partido. Solo cuando el avión posó sus ruedas sobre el aeropuerto de Libreville, todo este viaje bizarro tuvo sentido. No sacaron a relucir una mística grupal solo para reírse en la cara de las casas de apuestas, periodismo especializado y muchos escépticos en su propia tierra. Previo al partido volvieron al lugar, como plantel, como nación a rendir homenaje a aquellos que por ir a jugar dejaron su vida en el Atlántico, en una emotiva, pero solemne ceremonia.
El partido presentaba un escenario donde Zambia no tendría lugar para cuestiones emocionales. El rival era Costa de Marfil, que dejando de lado cuestiones de ola polar pectoral histórica (?) traía consigo una gran campaña sin goles en contra en todo el torneo, sustentada en las mega estrellas europeas. El partido fue uno de esos que encajan perfectamente con el preconcepto de lo que una final debe ser. No necesariamente bien jugado, con mucho nervio, mucho músculo, poca claridad, pero a su vez no exenta de emociones con Zambia esperando como todo el torneo y con los elefantes marfileños con alguna dificultad para ponerse la pija el traje de banca y tomar la iniciativa del juego. Zambia de entrada tuvo una chance con la pelota parada (su arma predilecta), pero después a Zambia se le complicó trascender en el partido. Inmediatamente después Drogba erró uno de esos goles que no suele ni debería errar y a la hora de juego mandó un penal a las nubes. A partir de ahí a Costa de Marfil le costó todo el doble. El partido se iba a tiempo extra, donde los arqueros serían probados una vez por bando, pero no sería suficiente para romper con el cero. Había que ir a penales. Y allí se iban a imponer los Chipolopolo. 7 penales convertidos por cada lado fueron el prólogo del momento cúlmine. Gervinho, ya sea por llegar mal pisado, una incorrecta inclinación del cuerpo, estar cagado en las patas, lo que fuera, mandó su penal a la mierda. Ahora, el que quedaba con la gloria a sus pies era el defensor central Stoppila Sunzu. El hombre del TP Mazembe hizo lo que tenía que hacer: mandó el útil al lado exactamente opuesto al que fue la estéril volada del golero marfileño Barry. Y se desató la locura. El camino tuvo todo y la gloria ahora era de Zambia
 






Muchas veces, lo estrictamente deportivo se mezcla con historias que no tienen que ver con lo estrictamente deportivo. Y a veces apuntamos a eso. La pérdida de una generación entera de jugadores es muy fuerte. Torino nunca pudo volver a ser lo que era después de la tragedia de Superga.  Pero Manchester United después de Munich, Alianza Lima después de la tragedia de Ventanilla y ahora podemos sumar a Zambia; son muestra de que deportivamente hay posibilidad de recuperarse de este tipo de infortunios. No quiero que quede flotando ese mensaje de optimismo ni quiero plegarme a esa idea de que el triunfo de Zambia fue un homenaje a los caídos allí. Es válido el recuerdo para ellos y para aquellos malogrados en las tragedias antes mencionadas siempre, por eso este artículo tiene una parte importante dedicada a ellos y porque también es indispensable para entender lo que pasó después. Pero no hay logro deportivo que compense las carreras y los sueños truncados, ni la tristeza de la gente en general y ni hablar de la gente mas cercana a ellos. De todos modos mas allá de esta reflexión entre la relación futbol-necrofilia, hay que recordar y destacar, que al igual que en el posteo anterior de Grecia, este logro deportivo de un equipo sólido, superior como unidad colectiva respecto de la suma del potencial de sus individualidades colectivas y que salvo por el triste trasfondo de la tragedia ocurrida 19 años atrás, nadie tenía en cuenta. Todas las crónicas hicieron eje en lo que pasó ese 25 de abril de 1993 y parece que se fue del foco de la opinión general que aquí hay un grupo de talentosísimos jugadores juveniles que pueden empezar a escribir su propia historia, una mas grata y no están solo para cerrar la de aquellos que infelizmente ya no están. Y no mezclar el morbo con un logro deportivo.

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