sábado, 23 de febrero de 2013

La Era del Bidón

No es que no me quiera hacer cargo como emperador de este imperio bloguero que incluye este espacio y el microblog @jmm_on_metal que pueden ver en el margen derecho de su pantalla, pero en la redacción de Tocuén es Fulbo, mientras el pasante revolvía el tacho intentando juntar yerba usada para secar al sol y volver a usar, encontró esto. Se corre la bola que se trata de una pluma que cabalga páginas desde la zona sur del tercer cordón del conurbano, que supo visitar este espacio y que solo responde al coloquial y bilardesco "Cha-tu-má". Como no recuerdo si pidió anonimato o si no sabía como quería ser mencionado, directamente copio y listo.

Atte. Esta



“En las dos primeras décadas del siglo, en apenas una generación, el fútbol se había acriollado definitivamente, igual que los hijos de los inmigrantes europeos. En cada barrio nacían uno o dos clubes. Se los llamaba ahora Club Social y Deportivo, que en buen porteño significaba "milonga y fútbol".

Osvaldo Bayer



A partir de la visita del Nottingham Forest que descendió al año siguiente, en 1904, el Fútbol Argentino empezó a modificar su idiosincrasia incorporando elementos autóctonos.  El primero de ellos fue la presencia de un jugador: el back rosarino Zenón Díaz en la Selección Nacional; el otro, la creencia de que las vallas internacionales no eran invencibles y que el gol también podrían sufrirlo las redes profesionales del Fútbol Inglés.

En el segundo partido de aquella gira memorable, el inside derecho, Arturo Forrester, convirtió el gol del descuento cuando terminaba el primer tiempo.  Tal fue la emoción, que el goleador se fue corriendo al bar del Club y sus compañeros también, quienes tras brindar por lo obtenido, volvieron a la cancha como lo haría siete décadas mas tarde el Gran René “Moscato” Houseman.

Sin embargo, aquel gol, en un partido que terminó 1-6, nos permitió (como nos sucedería inversamente en el 58 y en el 74) darnos cuenta de que la invencibilidad era anecdótica pero también, que si seguíamos jugando como ellos, nunca les íbamos a poder ganar.  Optimismo circunstancial, pues más allá de las incursiones de Díaz y del puntero izquierdo Viale (un romántico que no aceptó jugar por el Tottenham Hotspur), la Selección seguía siendo patrimonio de los inmigrantes ingleses.  Mas allá del romanticismo que siempre rodeó a nuestro fútbol, la primera Revolución conceptual no se fraguó al margen de la política: la fineza de Alberto Ohaco y los inminentes títulos de la Academia, que retiraron al Gran Jorge Brown (el dueño de la pelota, que jugaba de lo que quería), fueron un complemento de la necesaria y creciente movilidad social, que se cristalizó definitivamente con la disolución de Alumni, las manifestaciones obreras y la sanción de la Ley Sáenz Peña.

Los grandes partidos, ante 2.000 personas, dieron lugar a encuentros multitudinarios y las primeras diferencias entre los 5 grandes y el resto de los equipos, empezaron a ser notorias. El fútbol en el que los wines eran goleadores y figuras, dió paso a un estilo de alas y sociedades. 

Los goleadores pasaron a hacer los jugadores internos, tal como lo define Sábato en uno de sus personajes en Sobre Héroes y Tumbas: “la línea tenía do ala de modalidade opuesta. La derecha era académica y jugadora, la izquierda se caracterizaba por su juego eficá y por un trámite si se quiere poco brillante pero efetista, que se traducía en resultado positivo”.

El fútbol era un espectáculo de muchos goles y los jugadores de “potente shot”, eran los héroes de sus equipos.  La explicación es, en cierta forma, simple: eran encuentros en los que los equipos planteaban partidos dentro del partido, en el que se vivían desafíos mano a mano en Sportivo Barracas una vez fue al arco un manco, ya que la modalidad de aquel tiempo era la W inglesa y se ponían 5 jugadores en cada campo; los arqueros, que eran bajos y elásticos,  no eran los dueños del área y por esa razón, Brown, que era back, podía jugar alternativamente de nueve y al criquet y convertir goles de cabeza. Debieron esperar hasta la década del 30, exceptuando el indiscutible reinado de Tesoriere, para que apareciera Sebastián Gualdo e implementara su juego de anticipación y descuelgue de los centros aéreos.

 El último factor, al margen de lo técnico y estratégico, fue el que dio lugar al Profesionalismo: mas allá del aparente amateurismo, los equipos mas adinerados podían contar, oficialmente, con nuevas figuras; ello empezó a marcar grandes diferencias entre los combinados de Primera y aquellos que seguían fieles a sus actas y postulados socialistas. Una vez mas, la política económica efervescente de los años veinte, favoreció a este movimiento y la comprensión del espectáculo del fútbol como fenómeno de masas, promovió la Liga Profesional (como alternativa de la Amateur) para mantener el show en una época caracterizada por la carencia de empleos y reclamos sociales.

Con su creación, se abolieron las clausulas cerrojo (que impedían los pases libres y que favorecían los acuerdos de caballeros entre los clubes, al margen del jugador) y el fútbol masivo se especializó por puesto y carisma; ya no se vivía el ejemplo del manco Coe, quien jugaba de defensor en Sportivo Barracas y tuvo que ir al arco porque eran 8 y Laforia se había ido al Alumni. El presidente ya no jugaba de forward, de half o de ala, si era necesario. Los ídolos fueron reemplazados paulatinamente, como el caso de  Manuel Seoane, para muchos, el “Maradona de los veinte”, para dar lugar a otro tipo de fenómeno, mas taquillero pero sin distribución del ingreso.

  La “Chancha” fue la ejemplo del nuevo rumbo y el debate que hoy nos divide a los argentinos ( romanticismo o evolución; lírica o eficiencia):  en ocasión de un amistoso en Chile, se tomó un bidón de “aguarrás creyendo que era naranjín”; estuvo dos días al borde de la muerte y sobrevivió pero no pudo ser el mismo: el laburo de toda su vida (en una textil) y la dura conciencia de que ya no le daba el físico, le llevaron al retiro.  Recibió una casa por colecta popular y termino sus días como jubilado, cuidando las instalaciones deportivas del Club Atlético Independiente.

A la postre, el cambio conceptual, garantizado por el Gobierno, influyó profundamente en la vida de las instituciones bolsillos de los dirigentes: por él se retiró Tesoriere, a los 29 años.  Orsi se fue a Italia. Llegó Lángara. Amenazas de sobornos y de árbitros comprados echó por tierra a los ideales originales. Los DT eran seleccionadotes de jugadores players (tachar); la prensa empezó a colaborar con la edificación de los mitos y las estadísticas; los socios fundadores, veían como sus clubes se les escapaban de las manos; después de todo, como decía Sábato:  “Y a la final, pibe, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fóbal es el escore”.

A fines de la década del treinta se vivieron dos años sin que en la Liga Argentina de Futbol se diera un cero a cero.  Fue la época de la lírica y del futbol superlativo, en la que los clubes inauguraron estadios River o Boca pero los jugadores rutilantes siguieron siendo clase media.  En los 40 éramos tricampeones sudamericanos y se batían récords pero Sastre se iba a Brasil y Di Stefano a Colombia-Madrid, para no volver.  Otros ponían concesionarias, inmobiliarias o trabajaban como los amateurs en empresas estatales (ej. Lazzatti, Pescia).

Los goles nos hicieron creer algo que no éramos: Messis, pero sin Iniesta, sin Guardiola, sin Nou Camp; la cuatrilogía perfecta jugadores técnico culo y dirigencia  necesaria para cualquier éxito deportivo.  Amadeo fue el Maestro y el Mejor, pero se comió seis en Suecia; los tanos del catenaccio se llevaron a Angelillo, a Maschio y a Sivorí; los goles checos, otra vez seis, nos hicieron creer que la vía era otra: apareció Lorenzo y el paradójico futbol espectáculo; el vaso lleno hacía temblar al vacío.  En la incertidumbre, un libro deportivo-sociológico ejemplificaba en un título (“la dinámica de lo impensado”), una Era que había empezado, quizá, con el mismo Watson Hutton.  Porque mas allá de las habladurías y de las recetas (que Panzeri había defendido y defendia), toda la Historia del Futbol argentino, hasta ese momento,  se resumía en un zurdazo de Cárdenas que era derecho.